LOS COMPADRES DE ZP

 

 Artículo de César Alonso DE LOS RÍOS  en  “ABC” del 25/11/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

  POSIBLEMENTE el juicio más duro que haya podido hacerse a la política internacional de Zapatero y Moratinos han sido los elogios de Chávez. Al calificar el enfrentamiento del Gobierno español con Estados Unidos como una «liberación», y al saludar la capacidad de Zapatero para desembarazarse del yugo norteamericano, el caudillo venezolano ha dado la medida del populismo del PSOE. Sin duda ha sido también una de las mayores humillaciones que ha sufrido en estos últimos tiempos la Nación española. Hemos caído del trato con Bush al compadreo con el golpista Chávez y el dictador Castro. De las Azores, a Caracas y La Habana.

¿Tienen sensibilidad ZP y Moratinos para ver las cosas así o están tan degradados que se sienten a gusto con el lenguaje y el talante de Chávez y con la amistad de Castro?

Yo sé que el socialismo español está hecho trizas. Durante todos estos últimos años he visto con preocupación cómo había una vuelta muy peligrosa a las fuentes del socialismo por encima de las experiencias socialdemócratas; cómo la incapacidad para pactar con el sistema llevaba a aproximaciones aberrantes a cualquier tipo de alternativas, por ejemplo, al islamismo; cómo la lucha por el poder judicial ha puesto otra vez de moda el uso alternativo del Derecho; cómo la necesidad por diferenciarse y ganar espacio a la derecha ha conducido al sectarismo antirreligioso y anticatólico; cómo la indiferenciación de clases ha llevado a la búsqueda de caladeros electorales tan extraños a la izquierda como las minorías sexuales; cómo la conquista del poder los ha llevado a aliarse con los nacionalismos etnicistas... Pero, a pesar de todas estas derivaciones peligrosas y extravagantes, uno deseaba pensar que a la izquierda, al PSOE concretamente, podría quedarle un cierto pudor, unas razones estéticas si se quiere, para no volver a exponerse a experiencias populistas como la musoliniana, la peronista, e irse apartando de casos putrefactos como el de Cuba.

EN los años sesenta la izquierda europea tuvo un acercamiento al «tercer mundo» y a los países no alineados gracias a la guerra fría. Es cierto que bajo el discurso moral de los Bertrand Russell se pudieron camuflar totalitarismos como el de Tito o Castro. Hoy sólo queda un Partido Socialista en Europa que juegue al populismo y que pueda mantener relaciones serias con fórmulas tan degradadas como la de Chávez: el PSOE.

EL viaje de Chávez, la relación con Castro y la admiración por el desaparecido Arafat nos colocan ante un Partido Socialista que con razón puede fagocitar a Izquierda Unida y no dejar ni rastro de ella. La emergencia de este socialismo primitivo y populista no sólo nos enfrenta a Estados Unidos: nos alinea al resto de Europa. El antiamericanismo de ZP nos saca fuera del contexto temporal. En España hay que buscarle un precedente en Blas Piñar, y para encontrar un Ministerio de Exteriores más nefasto que el de Moratinos tendríamos que remontarnos al Frente Popular. Con razón las marchas por la paz organizadas por Jiménez, Chacón y Pajín tenían un aire extemporáneo y con razón podíamos ver un odio en los rostros de los manifestantes que nos recordaba el propio de una guerra civil y que, con razón, habíamos creído superado desde los años sesenta.

Zapatero y Moratinos han tenido el arte de enfrentar a España con la mayor potencia del mundo; han colocado a ésta en un papel subordinado respecto a Francia, que por razones obvias es nuestro enemigo natural (santuario de ETA durante décadas, sirena que canta al nacionalismo catalán, parte de la pinza con Marruecos); han malbaratado nuestros privilegiados vínculos con Iberoamérica. Pero, sobre todo, han rebajado el socialismo al antiamericanismo primitivo, al populismo prefascista. ¿De qué valdría la dimisión de un ministro en estas circunstancias?