QUIZÁ TODAVÍA QUEDEN ESPAÑOLES
Artículo de César Alonso DE LOS RÍOS en “ABC” del 15/01/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Mientras el
Gobierno de ZP no rompa con ERC y con los supuestos nacionales que mantiene
Maragall, un ciudadano serio no puede creerse el principio de acuerdo al que ha
llegado aquél con Mariano Rajoy. ¿Va a dejar retirar su querella el Foro de
Ermua contra Ibarretxe porque con este acuerdo se haya resuelto ya la
indefensión en la que el Gobierno había dejado a la sociedad española frente a
los nacionalistas?
Existe el convencimiento de una parte de la sociedad española de que el Gobierno
de Zapatero no sólo no va a impedir la ruptura de España, sino que la cree
conveniente. Por dos razones. En primer lugar, porque como tal gobierno cree que
representa a todos los que odian a España como denominación de origen; a los que
se avergüenzan de ser españoles y que envidian desde hace años el confort moral
de los nacionalistas catalanes y vascos que se han inventado unas patrias
ideales respecto al pasado y muy beneficiosas en el presente, mientras la idea
de España está comprometida con conquistas y guerras, con sufrimientos y
exilios, con siglos de oro literarios y decadencias económicas... Y hay una
segunda razón para que el Gobierno de Zapatero no sólo no quiera enfrentarse con
los Maragall, Carod-Rovira e Ibarretxe, sino que desee unirse a ellos por
razones de poder. Los dirigentes socialistas creen que tienen que montar con
aquéllos «la gran coalición» social/nacionalista frente a la que no pueda valer
alternativa alguna.
Esta siniestra estrategia está ya comenzando a ser entrevista por los ciudadanos
de buena ley. Y digo de buena ley aun cuando no sea un término político, porque
estamos ya en otro tipo de lucha. Los dirigentes socialistas y los nacionalistas
nos están llevando a una confrontación civil. A una disfrazada guerra civil. Por
eso citan tanto la de los años treinta (los nacionalistas vascos están en la
secuencia de las carlistas y por eso elevan su reclamación a 1839) y esta
situación sofocante, pegajosa, llena de resentimiento, está resultando
insoportable a muchos ciudadanos que se sienten afectados en su doble condición
de demócratas y de españoles bien nacidos. No habían visto este frente de
etnicistas y sociales con tanta claridad como en los últimos tiempos. Como el
jueves pasado. Después de la recepción de Ibarretxe en Moncloa. En la
conferencia de prensa en la que Ibarretxe puso la voluntad de los vascos por
encima de la de todos los españoles. Sectario hasta el vómito, melifluo hasta la
náusea, quería disimular la sangre que ribatea su mayoría absoluta.
Hasta hace poco, hasta el jueves último, muchos españoles creían que las
actitudes separatistas eran puras amenazas, propias de chantajistas disfrazados.
Ahora se han dado cuenta de que van en serio. Que la balcanización no es una
exageración retórica. Que es su objetivo, y que Ibarretxe quiere tanto la
independencia que estaría dispuesto a ceder en algo si ese arreglo vinculante le
permitiera seguir ordeñando la generosa vaca extremeña, castellana, andaluza...
ASÍ que los ciudadanos globalmente votantes del PP pero muchos también del PSOE
desearían involucrarse en algún tipo de movilización, alguna forma de
manifestación pública. Desearían darse las manos los de un territorio con los de
otro para impedir la separación, el separatismo, la ruptura. Para expresar
simplemente que España no puede ser tan diferente como para que unos partidos
políticos regionales organicen públicamente una rebelión contra el Estado sin
que los descabecen los fiscales y las Fuerzas de Seguridad o el jefe de los
sediciosos, en vez de ser detenido como conspirador sea recibido por el
presidente del Gobierno con todos los honores (eso sí, muy serio).
No sólo los «populares», digo, muchos socialistas se sienten humillados y
ofendidos por el entreguismo del PSOE al PNV y a Esquerra Republicana de
Cataluña, pero todavía confían en que su partido tendrá que romper con ellos.
Nicolás Redondo no le da mucha vida al pacto parlamentario con el que gobierna
Zapatero. Rosa Díez aconseja la movilización contra el plan Ibarretxe, pero
¿mantendrá esa actitud frente al Estatuto de Maragall y Carod? En todo caso la
situación puede llegar a tal grado de exasperación también entre los socialistas
que los chicos de «Basta Ya» digan «basta ya» con los del Foro de Ermua.