LA SOLUCIÓN BAYROU

 

 Artículo de César Alonso De Los Ríos en “ABC” del 26.04.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Es obvio que ha sido el sistema electoral la causa principal de la postración en la que se encuentra la nación española. Susceptible de empeoramiento, por cierto. Porque, ¿acaso podemos saber dónde está el límite de la ambición del ocho por ciento de los nacionalistas y de los que se apoyan en ellos con un oportunismo suicida? Tan sólo sabemos que los unos y los otros se sienten tanto más realizados cuanto más débil va quedando la nación, espejo trizado en proceso de pulverización.

Los socialistas no quieren cambiar el sistema porque han cifrado su futuro en el pacto de hierro con los nacionalistas; los populares no quieren cerrarse la posibilidad. ¿Acaso no resolvió su primera legislatura José María Aznar sin la mayoría absoluta? En estas circunstancias, la única posibilidad sería la creación de una tercera fuerza, algo más parecido a Bayrou que al localista Albert Rivera, aunque tampoco necesariamente centrista o liberal, como aquel. Tendría que surgir una fuerza capaz de liberar al sistema del chantaje de los nacionalismos; la que pudiera otorgar la mayoría absoluta sin que esta debiera estar condicionada por los intereses vinculados a la utilización exclusiva de las lenguas vernáculas, los soberanismos territoriales, los intereses regionales, las estrecheces particularistas... a que esa fuerza debería estar informada por la racionalidad que se deriva de la idea nacional.

Sin duda alguna, en los dos grandes partidos hay personalidades -y, por supuesto, militantes y votantes- que no se atreverían a dar el salto ideológico que supone pasar de la izquierda a la derecha o de esta al socialismo sin tener una seguridad en los resultados, pero sí a un territorio político en el que las concepciones partidarias quedaran supeditadas a la razón de ser de una nueva formación levantada justamente a partir de la racionalidad que supone, sobre todo, apartar a los nacionalismos de su influencia perversa; impedir la tiranía que vienen ejerciendo sobre el sistema democrático; detener, en definitiva, el proceso de degradación en el que nos encontramos los ciudadanos y al que, de lo contrario, parece abocada la nación española.