PROFESIONALES

 

 Artículo de Cayetana Alvarez De Toledo en “El Mundo” del 05.04.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Rajoy hizo una pausa, sobrevoló con la mirada un hemiciclo triste y deliberadamente semivacío, y declaró: «Señorías, yo no soy un político profesional. No. Es que a mí no me da igual una cosa que otra». La frase golpeó las conciencias espesas de quienes, frente a la coherencia y las convicciones, acabarían optando por el carné, la dieta y la nómina. Unos días antes, Leguina había advertido que tras el catalán «vendrán los demás estatutos, que dejarán al Estado con la cuerda del salchichón y poco más.Todo ello liderado, naturalmente, por unas sobrevenidas clases políticas regionales cuya voracidad está bastante más probada que su eficacia». Unos días después, Guerra comparaba la situación de España con los estertores de la URSS, cuando «los dirigentes comunistas, viendo que aquello se disolvía, se envolvieron en las banderas nacionalistas de las repúblicas en las que vivían para mantener el poder».

¿Y qué han hecho uno y otro para frenar la subasta de España? Nada. Ni el valiente Leguina, ni el heroico Guerra, ni el bravo Bono, ni el intrépido Ibarra, ni el animoso Barreda, ni el insobornable Benegas, ni el audaz Acosta, ni el corajudo Marugán han movido un solo dedo en defensa de la igualdad y la solidaridad. Como Groucho Marx, han dicho: «Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros». Su pequeño cálculo y su colosal claudicación reflejan la decadencia de una clase política desprestigiada.Los catalanes desayunan cápsulas de morfina nacionalista para sobrellevar las comisiones del 3%, el peaje del 20% y el circo de Carod y Maragall. Los vascos bajan la mirada ante el espectáculo de los proetarras disfrazados ahora de seguidores de Gandhi.Los navarros temen ser moneda de cambio de una paz sin libertad.Y los pensionistas y mediopensionistas de la Costa del Sol reclaman dirigentes sin guayabera y con algo de decencia. La política española corre el riesgo de convertirse en un reducto de oportunistas, cínicos y mangantes. Lo que Rajoy llama «políticos profesionales» y Max Weber «políticos de poder».

Weber define al verdadero político como aquel que es capaz de reconciliar la ética de la responsabilidad con la ética de las convicciones. Es decir, que sopesa las consecuencias de sus actos sin renunciar a la defensa de sus valores. En el contexto actual, sus palabras, dirigidas contra la idealización de la política, se convierten a la vez en un canto a la nostalgia y en un llamamiento a la acción: «La política significa horadar lenta y profundamente unas tablas duras con pasión y distanciamiento al mismo tiempo.No se conseguiría lo posible si en el mundo no se hubiera recurrido a lo imposible una y otra vez. Pero para poder hacer esto, uno tendrá que ser no sólo un líder, sino también un héroe, en un sentido sobrio de la palabra. Y aquellos que no sean ambas cosas deberán armarse con esa firmeza de corazón que permita hacer frente al fracaso de todas las esperanzas. Y deben hacerlo ya, pues si no, no estarán en situación de realizar siquiera lo que es posible hoy. Sólo quien esté seguro de no derrumbarse si el mundo es demasiado estúpido o bruto para lo que él quisiera ofrecerle, sólo quien esté seguro de poder decir ante todo dennoch (no obstante, a pesar de todo), sólo éste tiene vocación para la política».