IBARRECHE NO TIENE MEDIA TORTA

 Artículo de Luis María ANSON, de la Real Academia Española , en  “La Razón” del 13/01/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

No pasaría nada. Si el Gobierno decide, en el momento adecuado, cumplir con su obligación constitucional, aplicando el artículo 155 de la Constitución con la suspensión provisional de la autonomía vasca, no pasaría nada. Blair liquidó la autonomía de Irlanda y no pasó nada. Las leyes existen para cumplirlas. El lendakari Ibarreche, por otra parte, no tiene media torta. Las Fuerzas Armadas y las de Seguridad están sin fisuras al lado de la Constitución y obedecerían al Parlamento y al Gobierno que representa la voluntad general de los españoles. Si tuvieran que actuar, cumpliendo órdenes de Zapatero, Ibarreche se metería valerosamente en su casa con el rabo entre las piernas.
   Y digo todo esto creyendo, como creo, que el lendakari tiene todo el derecho, dentro de la democracia pluralista española, a elaborar los planes que considere oportunos. No tiene derecho a negociar de Gobierno autonómico a Gobierno de la nación esos planes si son claramente anticonstitucionales. Para mantenerse dentro de la ley, el lendakari no debería enviar su Plan al Congreso sino pedir a algunos diputados afines que presenten una proposición de ley para reformar los artículos de la Constitución que sitúan fuera del actual Estado de Derecho a su Plan. Ése es el procedimiento. La reforma constitucional, prevista en la propia Carta Magna, deberá ajustarse según el Título X a los siguientes requisitos: aprobación por los dos tercios del Congreso y a continuación por los dos tercios del Senado. Después disolución de ambas cámaras de forma inmediata y elecciones generales. El nuevo Congreso y el nuevo Senado deberán aprobar otra vez por dos tercios la propuesta de reforma constitucional. Si eso fuera así, se convocaría referéndum para que todos los españoles, no sólo los vascos, digan sí o no a la reforma propuesta.
   En lugar de someterse a las normas constitucionales, lo que ha hecho Ibarreche es enviar su Plan al Congreso, exigir la negociación de tú a tú con el Gobierno y amenazar con que, sea cual sea el resultado de esa negociación, él convocará un referéndum entre los vascos. Si el Gobierno no se traga todo esto, entonces él, el lendakari, resolverá el asunto a tortas. Así de claro, a tortas, otra vez las dos Españas a garrotazos como en el cuadro de Goya. De nuevo la dialéctica de los puños y las pistolas, a estilo fascista. O el tiro en la nuca de Eta, a estilo estalinista. La altanería y desfachatez del lendakari sólo tienen una respuesta seria: devolverle el Plan sin debatirlo, denunciarlo ante el Tribunal Constitucional y, si Ibarreche se mantuviera en su actitud amenazante, aplicar el artículo 155 y suspender provisionalmente la autonomía vasca.
   Todo esto es ahora posible. No lo será si el presidente del Gobierno continúa haciendo concesiones presionado por Carod Rovira, que es el árbitro de la vida política española. Denunciada su debilidad por «The Wall Street Journal», el Zapatero marioneta, que hoy recibe a Ibarreche antes que a Rajoy para complacer a ERC, se ha dedicado hasta ahora a la defensa de su interés personal, que es mantenerse a toda costa en Moncloa, en lugar de atender al interés general sajando la tropelía ibarréchica. Si ante el descarado desafío a la unidad de España no se mete el bisturí constitucional ahora que es posible, con el tiempo se hará la situación irreversible y asistiremos a la desmembración de una de las naciones más antiguas y gloriosas del mundo: España, mientras Zapatero I el de las mercedes, como la marquesa Eulalia de Rubén Darío, sonríe, sonríe, sonríe.