EL REY, EN SU SITIO

 

 Artículo de Luis María ANSON, de la Real Academia Española,  en “La Razón” del 08.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

La gravísima crisis nacional provocada por Zapatero al alentar a Carod-Rovira y Maragall en la maniobra del Estatuto de Cataluña, auténtico intento de golpe de Estado incruento, ha suscitado encontradas opiniones sobre el papel del Rey, al que corresponde en última instancia guardar y hacer guardar la Constitución.

Josu Iraeta, ex-diputado de Herri Batasuna, en un artículo publicado en «Gara», atribuía a Juan Carlos I influencia decisiva en el debate territorial al defender inequívocamente la unidad de España.

Varios columnistas y comentaristas radiofónicos consideran, por el contrario, que el Rey debería haber intervenido de forma directa en la crisis, enfrentándose a Zapatero y Maragall.

Y bien. Juan Carlos I se ha mantenido en su sitio, cumpliendo escrupulosamente el  mandato del pueblo español que, a través de la voluntad general libremente expresada, estableció la Monarquía parlamentaria como forma de Estado,  encomendando al Rey las funciones de arbitraje y moderación, la representación de la nación y la jefatura de las Fuerzas Armadas. El Rey es de todos y no debe salirse del papel que le corresponde. Ha estado y está en su sitio. En un solemne acto castrense,

y en medio del aquelarre desencadenado por el Estatuto y la ligereza zapateril, reafirmó la unidad de España, de la que deriva la Constitución.

Lo demás corresponde al debate político a decidir por los partidos y las mayorías

parlamentarias. Y en última instancia por la ciudadanía, porque la soberanía nacional reside en el pueblo, no en el Rey. Líderes destacados del PSOE –Guerra, Bono, Ibarra, Chaves, Redondo, Barreda– han hecho ya frente a la frivolidad de Zapatero, que se comprometió con Carod-Rovira y Maragall en lo que de verdad les importa: el apoyo al término nación para Cataluña, en contra de la Constitución.

A la espera, en fin, de los debates parlamentarios y de la intervención en su caso del Tribunal Constitucional, el Rey debe mantenerse en la zona de equilibrio y serenidad que le es propia, sin escuchar cantos de sirena ni de unos ni de otros.

Los estruendos y los fuegos fatuos deben quedarse en niveles menores. Juan Carlos I representa el sufragio universal de los siglos y encarna, a través de la sucesión dinástica desde hace quinientos años, la unidad de España.