ECHO DE MENOS A FELIPE GONZÁLEZ

 

 

 Artículo de Luis María Anson, de la Real Academia Española, en “La Razón” del 23.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

Combatí la política socialista de Felipe González desde que fui nombrado director del ABC verdadero en diciembre de 1982. En medio de la apoteosis de aquella mayoría superior a los doscientos diputados fui durante algún tiempo una voz aislada en el desierto de los inciensos, los

botafumeiros y los panegíricos. Después se sumó a la crítica gubernamental Antonio Herrero y a continuación Pedro J. Ramírez que, liquidado de la dirección de «Diario 16» por las presiones del ministro Semprún sobre un delirante Juan Tomás de Salas, fundó «El Mundo» y lo alineó inequívocamente frente a los errores de la política socialista. A la operación de acoso y derribo contra González se sumaron en los últimos años muchos profesionales del periodismo. Y el líder socialista cayó finalmente derrotado por Aznar.

Cuando en enero de 2004, Felipe González anunció que no se presentaría ya como diputado a las elecciones y que se retiraba de la política, yo escribí la canela fina (15 enero 2004) que, en letra negrita, y sin modificar una coma reproduzco a continuación:

 

"No me quiero sumar a las palabras deshabitadas ni a la cicatería montaraz con que se ha recibido la noticia de que Felipe González se retira de la política directa. El análisis histórico serio reclama desembarazarse de los escapularios ideológicos. Exige objetividad. No son serias las descalificaciones albañales.

Felipe González ha sido el gobernante democrático de más relieve en el siglo XX español. Canalejas, Dato, Romanones, Maura, Azaña, Suárez…

no resisten la comparación con él. El balance de sus trece años largos de Gobierno es altamente positivo; el de sus primeros ocho, sobresaliente.

Felipe González mostró su músculo político cuando, tras vencer arrolladoramente en 1982, se instaló en la moderación y en una idea nacional de España.

Con él se consolidó el sistema constitucional y sus instituciones. Con él se superaron las dos Españas de la guerra incivil. Con él se recuperó el nervio español en el extranjero. Con él se esfumaron bolsas tradicionales de pobreza. Con él se robusteció la imagen internacional española, a lo que contribuyó el éxito de la Olimpiada y la Expo. Con él la Iglesia Católica se sintió respetada desde la izquierda. Con él, en fin, el Estado situó a Don Juan de Borbón en el lugar que le correspondía tras enfrentarse a la dictadura, desde el exilio, durante más de treinta años. El decreto que

el Gobierno de Felipe González puso a la firma del Rey a la muerte de su padre es históricamente admirable.

Don Juan reposa hoy en el Panteón de Reyes de El Escorial. Allí, entre mármoles y bronces viejos, habrá explicado la lección amarguísima del destierro y la injusticia a los monarcas que, con el pueblo, escribieron la Historia de España.

Junto a tantos aspectos positivos de la gestión de Felipe González, también los hay negativos, sobre todo en los cuatro últimos años de su Gobierno, con la crecida del paro, la corrupción que no supo detener un hombre honrado que personalmente jamás se llevó un duro, con el enredo de los Gal, con algunos ministros o ministras infumables, si bien ha tenido a su lado hombres de primera como Alfredo Pérez Rubalcaba.

Pero, cuando todavía joven y con posibilidad clara de volver, el líder socialista anuncia que no figurará en las listas al Congreso, la objetividad periodística y la justicia histórica exigen el reconocimiento de lo que ha hecho. He combatido a Felipe González durante muchos años en todo aquello que, en mi opinión, erraba. Pero ha sido en muchos aspectos el político más importante del siglo XX español. Gobernó con auténtico sentido de Estado".

Creo que estas líneas publicadas el 15 de enero de 2004, cuando Felipe González decidió abandonar su escaño en el Congreso, me otorgan autoridad moral para decir que echo de menos al gran líder socialista. Combatí su política concreta y los abusos que se produjeron durante su gestión pero Felipe González es un hombre de Estado que jamás hubiera descuartizado la vida nacional como ha hecho Zapatero. En los momentos de tribulación hay que llamar a los hombres capaces de contener con altura de mira los huracanes absurdamente desencadenados por un político menor. Felipe González puede poner orden en el PSOE, que está genuflexo ante el tripatirto catalán, de hinojos ante Carod Rovira. Puede restablecer

el pacto que para las grandes cuestiones de Estado ha funcionado desde 1977 entre el centro derecha y el centro izquierda, lo que significa el 80 por ciento del pueblo español. La intervención felipista para evitar la desvertebración de España, incluso aunque luego fueran Solana o Bono quienes encabezaran el Gobierno, reconduciría la situación de incertidumbre, crispación y caos a la que nos ha precipitado Zapatero.

Son muchos los socialistas que claman por el retorno del líder indiscutible, aun si tras arreglar las cosas decide volver a un segundo plano y dar paso

a que gestionen el Gobierno otras personas. España necesita a hombres de Estado, no a saltimbanquis.

Echo de menos a González en el PSOE. Esa es la verdad.