ZAPATERO: ¿IDIOCIA O MALIGNIDAD?

 

 Artículo de Luis Maria Anson en “El Mundo” del 13.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

El formateado es mío (L. B.-B.)

 

El presidente por accidente tuvo la ocurrencia de escabechar a Trinidad Jiménez, la candidata encantadora. Tras ser condecorado internacionalmente con el máximo galardón al que puede aspirar un político -el elogio del caudillo venezolano Chávez- Zapatero sabía que tendría a sus pies a los más preclaros españoles. Así es que ofreció la candidatura a la alcaldía de Madrid a Felipe González, en un acto de extrema generosidad, tendiendo la mano al político caído, que estaría sin duda deslumbrado por las glorias zapatéticas. «Hay que ser cabroncete y torpe para decirme a mí que no», pensó Zapatero desdeñoso y ofreció la gran ventura de competir a su lado por Madrid a Solana, extirpando a un español de un puesto internacional menor, ni siquiera bendecido por Chávez. «Otro cabroncete», musitó el presidente cuando Solana se zafó del compromiso.

Tras varios escarceos fracasados, Zapatero I el de las mercedes tuvo una nueva ocurrencia: perdonar a Bono, sacarle del charco en el que chapotea desde que dimitió por la indignidad nacional del Estatut y devolverle al favor del César. Le llamó a Moncloa, le obsequió con su más copioso repertorio de sonrisas y le despidió a la puerta de palacio convencido de que todo el monte de Venus era ya orégano. Bono se dejó querer públicamente como un puta para hacer luego a la merced de Zapatero la más gigantesca higa que recuerda la Historia de España desde Túbal y Tarsis. Ha sido la apoteosis del desdén, la befa calculada, el ludibrio elevado al cubo. Bono, lector pertinaz de Maquiavelo, le ha clavado a Zapatero la daga florentina con toda su ponzoña, le ha dado el boche y la cantonada, le ha puesto al rodopelo, le ha estrellado, vítor la ronca, la puerta en los hocicos. Y aquí paz y después, quién sabe si la providencia nos deparará tanta ventura, la gloria de Zerolo como candidato.

La fractura de la Transición, el Estatuto que pone a Cataluña a un paso de la independencia; la rendición ante una ETA por él resucitada; la renuncia de hecho a la soberanía sobre Gibraltar; la política internacional tercermundista junto a Chávez, Castro y Evo; la restauración del odio entre los españoles con la memoria histórica; la alianza con la extrema izquierda en Galicia y en Cataluña; la persecución contra la Iglesia católica y otras muchas ocurrencias y sandeces, abren un interrogante no fácil de despejar. ¿Tanta torpeza política la ha cometido Zapatero por idiocia? ¿O ha sido por malignidad, para imponer una España que destruya la idea de unidad nacional establecida hace cinco siglos por los Reyes Católicos? Aznar, al que se echa de menos cada día que pasa un poco más, despejó el interrogante: «Ni idiocia ni malignidad. Ambas cosas a la vez. Que Dios nos proteja de los políticos que tienen ocurrencias».

La higa vejatoria de Bono inclina la repuesta más bien hacia la idiocia que hacia la malignidad. ¿Si este ridículo atroz ha ocurrido en la Alcaldía de Madrid, en manos de quién está España? La ligereza, la improvisación, el todo vale, el aquí no pasa nada, vertebran la política zapatética. La España a la que nos está conduciendo es la del partido internacional de fútbol en Barcelona: el odio renacido, la exclusión del que discrepa, el separatismo estéril, el independentismo agresivo, la moderación fragilizada, los extremismos triunfantes, los demonios familiares huidos de la redoma en la que permanecían confinados. Otra vez las dos Españas. Otra vez el riesgo del corazón helado. Lo que la Monarquía de todos consiguió superar con el espíritu de la Transición, liquidado en dos años.

Zapatero, en fin, ha desatado todos los vientos. Empezamos a recoger las tempestades. El presidente por accidente se ha dedicado, por idiocia o por malignidad, decida usted, querido lector de EL MUNDO, a esparcir otra vez las siembras de Caín sobre los surcos de España.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.