¿SUMAR O AISLAR AL PP?

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Artículo de Luis Maria Anson en “El Mundo” del 08.04.08

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.


De los 350 escaños del Congreso de los Diputados, 323 están ocupados por miembros del PSOE y del PP. Ocho partidos se reparten los 27 que restan. Con más del 90% de la representación popular, el pacto de Estado que le gustaría a Rubalcaba entre el centro derecha y el centro izquierda, permitiría abordar con holgura lo dispuesto en el artículo 168 de la Constitución para hacer la reforma constitucional exigida por un régimen que se agota.

Ni Zapatero ni el think tank de Moncloa parecen estar por la labor. Aparte alguna finta puntual, la idea de futuro es continuar apestando al PP, prescindiendo de los populares para las grandes decisiones de Estado. Los dos tercios de las cámaras que exige la Constitución para las reformas territoriales, y que hacen imprescindible al PP, se pueden sortear a través de los Estatutos de Autonomía y un Tribunal Constitucional politizado y adicto.

Los optimistas creen que Zapatero se dedicará a disfrutar de la nube que le envuelve. Poco propicio él a dar golpe, empleará sus esfuerzos en capear los temporales económicos que han empezado a desencadenarse. Escarmentado por el proceso de rendición ante Eta, podría hacer hoy un gesto para tender la mano y atraer al PP merengoso de Rajoy. Eso es lo que dicen los optimistas y el periódico adicto.

Los pesimistas piensan que el presidente abrirá tres frentes: colisión con la Iglesia para sustraerla del concierto económico de la educación; Estatuto de Autonomía del País Vasco para allanar el camino hacia el secesionismo como se ha hecho con Cataluña; y negociación política con Eta, a pesar de la mano inicialmente tendida a Rajoy.

Jesús Eguiguren, que lleva negociando con Eta al menos desde el otoño de 2004, se ha ido de la lengua y ha reconocido que «el Gobierno se asomó al borde del precipicio para intentar salvar el proceso». Confesión de parte se llama eso. Durante tres años empleé la misma expresión para referirme al proceso de rendición de Zapatero ante Eta mientras algunos tertulianos domesticados se rasgaban las vestiduras. Añádase a la confesión de Eguiguren la documentación aportada por este periódico para demostrar lo que todos sabíamos o suponíamos: que Zapatero entregó Navarra a Eta, aunque no en la proporción que los terroristas exigían, cogiendo con papel de fumar la disposición transitoria cuarta de la Constitución.

Lo peor que le puede ocurrir a España es que Zapatero se instale de nuevo en la crispación abriendo esos tres frentes y prescindiendo del Partido Popular. España necesita lo que con tan lúcida claridad ha expuesto Rosa Díez: una reforma constitucional que cierre definitivamente el Estado de las Autonomías y devuelva al Gobierno central algunas competencias como la Educación. No es de recibo que, tras cada elección general, haya que hacer nuevas concesiones a los diminutos partidos nacionalistas. Eso es el cuento de nunca acabar. Hay que establecer constitucionalmente los límites de las Autonomías y que esa reforma de la Carta Magna quede respaldada por el voto de todos los españoles, libres e iguales ante la ley. Sobre cuestiones de territorialidad no existe el derecho a decidir de los vascos, de los gallegos o de los catalanes. Existe sólo el derecho a decidir de los españoles.

Vamos a saber enseguida si Zapatero está dispuesto a transitar por la reforma constitucional que defiende Rosa Díez y la mayor parte del PP y del PSOE o sigue en el camino de la República confederal estilo Suiza que propugna su maestro Philip Pettit, eminencia gris de Moncloa. Y lo vamos a saber, no por la palabra del presidente que es el gran maestro del embuste y lo que ha dicho en la campaña electoral o lo que dirá hoy en el discurso de investidura tiene escaso valor, sino por los hechos. Por los hechos que hablarán en pocas semanas, en pocos meses.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española