LOS NUEVOS MITOS POLÍTICOS
Artículo de Joseba Arregi en “El Mundo” del 03/01/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
No hace demasiado tiempo que en el debate político español se criticaba la existencia de un pensamiento único. O por lo menos se achacaba al partido en el Gobierno la voluntad de imponer el pensamiento único, especialmente en los temas referidos al tratamiento de la violencia y de las víctimas del terrorismo, y en las cuestiones relacionadas con la visión de España.
Sería erróneo pensar que porque el PP ya no esté en el poder la tentación del pensamiento único ha desaparecido por completo del debate político español. Existe una forma de pensamiento único que puede ser más peligrosa que aquella que se detecta con cierta facilidad en algunos gobernantes: se trata del imperio que ejerce lo políticamente correcto.
En determinados ambientes, en determinadas
circunstancias, en determinados espacios se lleva lo políticamente correcto, que
no tiene por qué ser definido de igual forma en cada espacio, circunstancia o
ambiente. En el conjunto de la sociedad cada momento viene acompañado de su
especial corrección política. Y la corrección política en el pensamiento es un
pensamiento único camuflado, y por ello mismo más peligroso.
Pero existe una tercera forma de pensamiento único, diferenciado del pensamiento
políticamente correcto, y en buena medida anterior a éste. Un político, un
comentarista, alguien lanza una idea, introduce un vocablo, da carta de
naturaleza en el debate político a un nuevo término y de repente todo el mundo
se siente obligado a utilizar ese término, a construir su discurso en torno a
esa idea, a adornar sus frases con ese vocablo. Por debajo incluso de la
corrección política existe el dogma de los temas que son importantes y de lo que
se da por supuesto.
Así surgen los nuevos mitos políticos. Y algunos de éstos están ligados en
España a los discursos nacionalistas periféricos.Quisiera presentar algunos de
estos nuevos mitos políticos. El primero es el que se refiere a la pluralidad de
España. Ningún político hablará actualmente de España sin hacer referencia de
una manera u otra a su pluralidad: de lenguas, de culturas, sin referirse a la
diversidad, a la no homogeneidad de la nación española. Las fórmulas pueden ser
diversas: España Estado plurinacional, nación de naciones, o conjunto de
comunidades nacionales.
Parece que lo único plural que hay es España, el Estado, la nación española. Y
parece que de esa pluralidad se deben extraer las consecuencias necesarias para
el reparto territorial del poder: la España plural y diversa necesita ser
policéntrica en el ejercicio del poder. La España plural se caracteriza porque
el poder tiene muchos centros, y no uno único.
Sin entrar a discutir, no porque no lo merezca, sino por falta de espacio, todos
los problemas ligados a este discurso de la España plural, el mito consiste en
hacer creer que es España la única realidad política plural, mientras que los
demás elementos políticos, Cataluña, Euskadi, Galicia, son entidades
homogéneas.El mito político, el dogma que no se cuestiona es el de la pluralidad
de España en su aislamiento, sin tener en cuenta que si plural es España, no
menos plural es, digamos, Euskadi.
Y plural en el mismo sentido que se predica
de España: porque son plurales los sentimientos de pertenencia a Euskadi, porque
son plurales las formas de sentirse perteneciente a la realidad Euskadi,
independientemente de que se le llame nación, nacionalidad, comunidad nacional u
otra cosa. Con una diferencia: que existen espacios territoriales bastante
amplios en los que el sentimiento de pertenencia a España es bastante o muy
homogéneo, mientras que en Euskadi no existe un kilómetro cuadrado en el que se
dé esa homogeneidad en el sentimiento de pertenencia.
Y si de la realidad plural de España es preciso extraer consecuencias
jurídicopolíticas, Título VIII de la Constitución, no menos preciso es extraer
consecuencias jurídicopolíticas de la pluralidad de la sociedad vasca y de la
sociedad catalana. Pero esta segunda parte pasa desapercibida. Víctima de una
forma disimulada de pensamiento único y de corrección política.
Un segundo mito es el que se refiere a la vinculación de autogobierno y
bienestar. Cuando los nacionalistas que plantean algunas propuestas radicales se
ven sometidos a la acusación de nacionalismo puro y duro, frecuentemente
recurren al argumento de decir que ellos no plantean exigencias nacionalistas,
sino que reclaman autogobierno porque es bueno para el bienestar de sus
ciudadanos.
No cabe duda de que en muchos aspectos la cercanía en el ejercicio del poder y
de la administración es más efectiva que un centralismo lejano. Nada que
objetar. Es cierto también que los grandes avances de España en los últimos 25
años se deben a Europa, a la democracia y al desarrollo autonómico. Pero es
objetable derivar de esa constatación que el autogobierno es elemento invariable
de cualquier ecuación política: todo se puede tocar menos la ecuación
autogobierno igual a bienestar.
Y ahí radica el mito: porque es impensable concebir en democracia el bienestar
sin garantía del ejercicio de la libertad. La libertad pertenece, en cultura
democrática, al núcleo mismo del bienestar de los ciudadanos. Y la libertad
exige que cada ciudadano esté referido a distintos ámbitos de decisión, y no
encerrado y entregado de pies y manos a un único ámbito de decisión.
Pero si el autogobierno es elemento
invariable de la ecuación política, los ciudadanos quedan cada vez más atrapados
en un ámbto único y exclusivo de decisión. Y la libertad ciudadana va, a partir
de cierto punto, menguando en la misma medida en que va creciendo el
autogobierno.La libertad concreta necesita de centros de poder autonómicos.Pero
en la misma medida necesita de ámbitos más amplios, superiores a la autonomía,
para seguir siendo libertad. El bienestar está en un buen equilibrio entre
ambos, no en desequilibrar la balanza en una dirección.
Un tercer mito es el de que todos deben felicitarse porque en Cataluña todos los
partidos son catalanistas. En Euskadi es motivo de celebración que el PSE sea
vasquista, y se pide que el PP dé pasos en esa dirección, pero el españolismo
sigue siendo necesariamente malo. Al catalanismo y al vasquismo se les juzga por
contextos históricos de persecución y por ser víctimas de agresión política.Al
españolismo se le juzga por lo mismo, pero a la inversa. Y es cierto que esos
contextos no deben ser olvidados. Pero tampoco deben servir esos contextos para
ocultar nuevas situaciones, en las que las tornas pueden haber cambiado. Es
cierta la asimetría de dimensión, pero también se están dando asimetrías de
legitimación.
Un cuarto mito es el que se refiere a que los cambios en el sistema
constitucional y en los estatutos de eutonomía sólo pueden ser unidireccionales.
Como si la incorporación a Europa, como si el desarrollo del Derecho europeo,
como si el nuevo tratado constitucional de la Unión Europea exigiera
adaptaciones en una única dirección: más autogobierno.
Es cierto que los nuevos contextos reclaman
adaptaciones. Pero sería muy extraño que las adaptaciones exigidas por los
nuevos contextos europeos tuvieran que ser sólo en la dirección del aumento de
las capacidades de autogobierno de las autonomías. Suena mucho a mito. Las
autonomías necesitarán nuevas competencias. Y el Estado como conjunto necesitará
nuevas capacidades para poder hacer frente a situaciones mucho más complejas.
Joseba Arregi fue militante del PNV y consejero de Cultura y portavoz del
Gobierno vasco. Es autor de los ensayos Ser Nacionalista y La nacion vasca
posible.