DISPARATES A TUTIPLÉN

A estas alturas ya debería saberse  -y, si no, malo-  que el democrático es un gobierno muy exigente y que nuestra vida pública se contenta con bastante menos.

 

Artículo de Aurelio Arteta en el blog de “¡Basta Ya!” del 26.03.08

 

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

La primera exigencia sería aprender qué es democracia y adquirir otras cuantas nociones políticas elementales, empezando por quienes más las nombran y vocean. Pues el caso es que muchos de nuestros políticos han exhibido los días pasados unas confusiones preocupantes. Y hayan obtenido refrendo electoral o no, los disparates no dejan de ser disparates.

Nuestra máxima autoridad declaró hace poco que, quienes deseen arrebatarnos nuestro régimen foral o aspiran a lo mismo para su propia Comunidad, deberán obtener la mayoría en las elecciones y proponer la reforma de la Constitución.

A estas alturas ya debería saberse  -y, si no, malo-  que el democrático es un gobierno muy exigente y que nuestra vida pública se contenta con bastante menos.  La primera exigencia sería aprender qué es democracia y adquirir otras cuantas nociones políticas elementales, empezando por quienes más las nombran y vocean. Pues el caso es que muchos de nuestros políticos han exhibido los días pasados unas confusiones preocupantes. Y hayan obtenido refrendo electoral o no, los disparates no dejan de ser disparates.

 

         Nuestra máxima autoridad declaró hace poco que, quienes deseen arrebatarnos nuestro régimen foral o aspiran a lo mismo para su propia Comunidad, deberán obtener la mayoría en las elecciones y proponer la reforma de la Constitución. Revisemos el supuesto en que se apoya: la democracia es el gobierno de la mayoría y lo único que en él importa es alcanzar el respaldo del mayor número de ciudadanos. Pues no, señor. La democracia es ante todo un gobierno de ciudadanos iguales y libres, un gobierno basado en el respeto de los derechos nacidos de esa igual libertad. Y si un régimen fiscal rompe tal igualdad de derechos entre los ciudadanos, será un régimen que contraría un principio democrático elemental. Y si una Constitución admite ese régimen, será una norma incoherente, además de injusta, y habrá que reformarla. ¿Que tendrá que ser a través de una nueva mayoría? Naturalmente, pero para promover este debate no hay que esperar a tenerla. Esa mayoría renovada deberá formarse en el debate mismo sobre la justicia o injusticia del sistema foral.

         Muchos de los candidatos se postulaban como los más fieles transmisores de los intereses de Navarra en Madrid. Parecían olvidar que elegíamos a quienes debían representar la voluntad política de todos los españoles en el Parlamento de España. Un aspirante a diputado proclamó en titulares que él era "rojo y republicano hasta las cachas", para a continuación añadir que hay que defender como sea nuestras ventajas fiscales. Digo yo que esa defensa no se basará en un ideario rojo y republicano. A lo mejor es que nuestro hombre no percibe contradicción entre su excelente autoconciencia de izquierdas de toda la vida, y el reaccionario mensaje que predica. Pero a lo peor consigue que la gente acabe creyendo que la defensa del privilegio local es propio de un pensamiento izquierdista; que el derecho a la diferencia incluye la diferencia de derechos, o sea, el derecho a la desigualdad. Otro aspirante de su partido se confesaba a la vez "nacionalista, socialista e internacionalista", porque no quiere privarse de nada. ¿Por qué había de entender la incompatibilidad entre aquella primera convicción y las restantes si nadie le exigirá justificar sus efusiones ético-líricas?

         La palma del disparate se la lleva la tararira de los nacionalistas en presentarse como adalides del cambio. Así, del cambio a secas, como si todo cambio en política fuera bueno y necesario, lo mismo si se alcanza con argumentos que con mentiras, para la equidad o para la iniquidad. El "cambio" es muy ilusionante. Más grave aún: se presentan como los abanderados del progresismo y hasta  logran introducir entre la población la equivalencia entre soflamas nacionalistas y criterios progresistas. Quienes mantienen las creencias políticas más trasnochadas e injustificables del país se sienten la reencarnación del Cid Campeador.   El pueblo ideal por encima de la sociedad real, el territorio por delante de sus habitantes, los derechos colectivos más allá de los individuales, los derechos históricos antes que los democráticos, el nacimiento por encima de la elección, los correligionarios antepuestos a los conciudadanos, la solidaridad con los propios a costa de la insolidaridad con los ajenos...: a todo este caldo de barbaridades le llaman progresismo. El mismo progresismo que solicitar amparo legal -hasta la víspera del último atentado-  para los cómplices de los criminales. Pero los demás no replican a tamañas simplezas, no vaya a ser que les tomen por  conservadores...

       De suerte que este progresismo reaccionario sigue triunfando. Por ejemplo, días atrás, cuando todos los grupos "progresistas" en nuestro Parlamento acordaron extender la zona mixta a la Comarca entera de Pamplona. ¿Por ignorancia o por precaución? Según el estudio sociológico de partida deseaban esa medida un 71 % de los comarcanos, aunque quienes dicen hablar más vascuence que castellano alcanzan en la zona la abrumadora proporción del... ¡1 %!.  Nuestros diputados debieron de suponer que una demanda de tantos ya es razón suficiente de la legitimidad de tal demanda. No penetrararon las razones (desde el miedo hasta la cobarde hipocresía) que mueven a los habitantes a hacerla, porque es sabido que todas las razones son respetables. No les inquietó cuánto contribuían con su voto a la "construcción nacional" de Euskalherría, porque eso sólo lo descubrirán cuando no haya remedio. No se preguntaron si estaban cometiendo una gruesa injusticia contra los derechos lingüísticos, sino que la cometieron con buena conciencia. Ya ven: otra decisión profundamente antidemocrática aprobada por mayoría.