LOS SILBIDOS AL HIMNO EN LA FINAL DE COPA: ¿ALGUIEN
SABE EN QUÉ PAÍS VIVIMOS?
Artículo de Félix De Azúa
en “El Periódico” del 23 de mayo de 2009
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web
La independencia de Catalunya es una realidad ‘de facto’
aunque no lo sea ‘de iure’
El 13 de mayo ganaba el Barça a los de Bilbao la Copa (del Rey). Antes del
partido, los nacionalistas catalanes y vascos armaron un sindiós contra el
himno español y el rey Juan Carlos. La televisión del Gobierno censuró el
abucheo. El avance nacional catalán se ha ido haciendo con prudencia y astucia,
mediante una mesurada ocultación de los hechos.
La ocultación se dirige en primer lugar hacia lo que podríamos llamar
pre-catalanes, pues es inevitable que la totalidad de la población catalana
acabe siendo nacionalizada. Solo en segundo lugar la ocultación se dirige hacia
los españoles. La verdad es que no hace falta, porque ya no merece la pena: la
independencia de Catalunya es una realidad de facto aunque no lo sea de iure.
¿Qué falta? ¿Los sellos de correos, el aeropuerto, los trenes? Minucias que se
están negociando. Pero, ojo, falta lo esencial. Para los capitalistas locales
lo que ha de llegar es la nacionalización de los impuestos a la manera
vasco-navarra. Llegará, pero mientras tanto ya hay embajadas, el mapa
geográfico que estudian los niños es el del imperialismo catalán y no hay una
sola mención a España en el biotopo lingüístico de la Generalitat, como no sea
para explicar la guerra civil. Esa sí que es española. El Estado español ha
acabado por ser como Bruselas en este periodo inicial de la secesión.
Todo esto está muy bien y no habría problema alguno si se institucionalizara.
Sin duda Zapatero así lo desea. Él querría un acuerdo de secesión a la checa y
desprenderse de una Eslovaquia cuya clase dirigente no quiere permanecer junto
al resto de los españoles. Sin embargo, no puede hacerlo. La causa oficial es
que, de concederse el concierto, la caída de ingresos del Estado sería
inasumible. No estoy muy convencido: si tras desgajarse el mercado catalán se
sorteara el barullo de los primeros años, lo que quede de España subsistiría
sin demasiados problemas. No. La causa de que Zapatero no pueda conceder la
secesión no es económica, sino política. No puede excluir los votos que un
nutrido grupo de nacionalistas reciclados como socialistas le entregan en cada
elección. Sin ellos, el poder del Estado caería en manos del partido
conservador. De modo que Zapatero, aunque lo desee, no puede dar la
independencia.
Eso explica que mediante un acuerdo sub rosa, tolere que ignoren al Tribunal Constitucional,
que organicen su propio orbe jurídico, sus relaciones exteriores, o que
cultural y lingüísticamente sean ya un país extranjero. Que se vayan
virtualmente, pero sin ruido. De ahí que TVE haya tenido que censurar el
abucheo del día de la Copa (del Rey) no fuera a ser que alguien se enterara de
lo que está pasando.
La deriva, a mi modo de ver, no tiene remedio porque el despiste de los
españoles sobre esta cuestión es colosal. Al día siguiente del abucheo (yo
estaba en Madrid) seguí algunos foros y tertulias. Abundaban los periodistas
que agitaban gozosamente el estandarte de “la España plural”. Todos sabemos que
la “España plural” quiere decir “la confederación”, pero suena más bonito lo de
“España plural”. Suena a solidaridad, diálogo, diversidad, ese telón de nubes
doradas que compone el núcleo intelectual de Zapatero. Aquel mismo día le
preguntaron a Duran Lleida si era separatista y respondió que su partido no es
separatista, sino soberanista. Es lo mismo, pero no hay que decirlo demasiado claro.
A los dos días, un cerebro de CiU añadió que la pitada había sido motivada por
“los ataques que recibe Catalunya”. Argumento etarra: yo mato porque España me
agrede.
No creo que sucediera nada irreparable si se pasara de la independencia de
facto a la de iure. Que Catalunya se separe de España y forme una Eslovenia del
sur no traería muchas consecuencias a quienes no queden atrapados allí dentro.
Seguramente cambiaría la filiación catalana al mercado español por una sumisión
al mercado francés (idealizado como “mercado europeo”), lo cual daría
satisfacción a los fanáticos. Al resto de los españoles les importaría poco,
como hasta ahora, por mucho que algunos cabestros salieran a la calle en busca
de automóviles catalanes para romperles los faros.
Tener un Portugal a la izquierda y otro a la derecha, ¿qué más da? ¿Habrá menos
dinero para subvencionar a extremeños y andaluces? Ya espabilarán. Mientras
tanto, la República de Catalunya se pondría a la cola de la Unión Europea a
esperar turno. Un par de generaciones y a vivir. Más generaciones se
sacrificaron en la URSS. Es cierto que quedarían dentro de esa República sobre
un 60% de pre-catalanes que hablan en español, les gusta la zarzuela o van a
los toros, pero ellos se lo han buscado. Su propia apatía les ha conducido a
donde se encuentran. Así pasó con el partido Ciutadans,
que comenzó con 90.000 votos y ha terminado haciéndose el haraquiri.
No habiendo ningún problema grave, ¿no se le podría pedir a Zapatero que, al
socaire de la ruina económica, resuelva este asunto? Porque lo inmoral es la
ambigüedad, la hipocresía, las medias tintas, las opresiones ocultas, el
peronismo rampante, las represiones invisibles. ¿No sería conveniente acabar
con este enojoso asunto y pasar a cosas más serias? Si lo hace bien, si lo
vende como ha vendido todas sus trascendentales decisiones (la Alianza de
Civilizaciones, sin ir más lejos), es incluso probable que los españoles le
vuelvan a elegir, aún descontando los votos catalanes que, ¡helás!,
se habrán ido para siempre a un paraíso fiscal. Por lo menos hasta que los mossos d’esquadra invadan
Valencia.