IRAK UN AÑO DESPUÉS DE LA RETIRADA

 

 Artículo de Rafael L. BARDAJÍ en  “La Razón” del 11/04/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.) 

 

De haber seguido las ideas que Rodríguez Zapatero defendía cuando estaba en la oposición, Saddam Hussein  seguiría instalado en sus palacios de Bagdad, reinando en Irak con su terror masivo, engañando a sus vecinos y jugando con la comunidad internacional al ratón y al gato, tal y como hacía desde 1991. Si, además, los

países que formaban parte de la coalición que derrocó a Saddam en el 2003 hubieran hecho caso al llamamiento que Rodríguez Zapatero realizó en Túnez, ya como jefe del Gobierno de España, para que desertaran y dejaran solos a los americanos, Irak y los iraquíes no habrían podido celebrar sus primeras

elecciones libres ni experimentar con las formas de la democracia. Puede que el jefe del ejecutivo español se apunte ahora a otro discurso, el de la expansión de la libertad en el mundo árabe, pero su retórica no es

más que un acto de puro cinismo, pues sus actos van en la dirección contraria a sus palabras.

Ante la Liga árabe se atribuyó el éxito de la libertad en Irak, pero en la OTAN cuanto ofrece por ella es aceptar entrenar a 25 candidatos a policías iraquíes al año y en los alrededores de Madrid. Nada en suelo iraquí.

La retirada de las tropas españolas desplegadas en Irak por el anterior Gobierno en misión humanitaria tras finalizar las operaciones de combate formales fue un acto de cobardía. Se decidió de manera acelerada

y se ejecutó aún más deprisa no porque se quisiera ser coherente con lo que los socialistas decían –más

bien gritaban– antes de llegar al Gobierno, sino porque se temía que en una situación erosionada y peligrosa, pudieran producirse ataques contra las tropas españolas y que se produjeran bajas mortales.

Zapatero no quería enfrentarse a esa posible situación y eso llevó a la retirada precipitada que nuestras tropas se vieron obligadas a realizar.

Y que realizaron tan bien que hasta el ministro de Defensa se condecoró –temporalmente– por ello. Retirada que tuvo que hacerse bajo cobertura norteamericana, pero que dio pie a una frase de Rodríguez Zapatero en

la Asamblea de las Naciones Unidas que quedará para la Historia: «La paz es la tarea. Una tarea que exige más valentía, más determinación y más heroísmo que la guerra. Por eso las tropas españolas regresaron de Irak».

Rodríguez Zapatero puede decir ahora cuanto le venga en gana, pero no puede engañarnos. Las tropas españolas salieron corriendo de Irak en un momento en que la determinación de la coalición era más necesaria

que nunca; en un momento en el que los iraquíes no tenían aún capacidad alguna de defenderse de sus  enemigos, fueran éstos partidarios de los horrores de Saddam o del fanatismo islamista. Aún peor, los soldados españoles recibieron la orden de retirarse en un momento en el que sus compañeros norteamericanos

estaban siendo abatidos todos los días y no por insurgentes –pues nada pueden ofrecer de futuro– sino por desestabilizadores y terroristas, unidos por su afán de que los iraquíes no conocieran los bienes de una

democracia. Sin olvidar que la retirada española dejó vendidos a los valientes centroamericanos que se habían desplegado junto a nuestra agrupación, incapaces de desenvolverse sin nuestro apoyo. Apoyo que se evaporó

de la noche a la mañana.

Eso sí, ahora que sabemos que los iraquíes acudieron a las urnas mayoritariamente, aun a riesgo de jugarse la vida, ahora que sabemos que las facciones que componen el mapa político de Irak están dando nuevas pruebas de sensatez, llegando a compromisos que favorezcan la gobernabilidad del país, ahora que se abre un periodo constituyente, ahora que se empiezan a sentir los éxitos de la lucha contra el terrorismo, ahora que la región entera mira con envidia las promesas de un Irak libre y pone en marcha movimientos reformistas por doquier, ahora es cuando nuestro valiente presidente de Gobierno afirma que siempre ha sido partidario de la libertad en el mundo árabe y musulmán. Y hace bien Zapatero especificando la zona del mundo a la que se refiere.

Porque lo que dice querer para el Oriente Medio no guarda relación alguna con su política hacia Cuba y

Venezuela, por ejemplo.

Rodríguez Zapatero llegó al poder señalando que quería sacar a España de la foto de las Azores. Hay que reconocer que lo ha logrado. En lugar de una foto entre Bush y Blair, lo que ha conseguido es una entre Castro y Chávez. Lo cual, para un defensor de la democracia, no está nada mal. Es verdad que el jefe del Gobierno español puede decir que está intentando ampliar el margen de libertad en esos dos casos, pero, como siempre, sus palabras no se corresponderían con los hechos. ¿Cómo justificar el levantamiento de las sanciones a Castro que nuestro Gobierno abandera en la Unión Europea o la venta de material de guerra a

Chávez? ¿Son ésos los mejores instrumentos para la libertad que dice querer propagar? Rodríguez Zapatero se muere por salir en una foto con George W. Bush, a pesar de criticarle continuamente. Pero ansía ese momento

porque con él cree que podría decirles a los españoles que sus errores en materia de política exterior han  quedado lavados. El presidente español debería haber aprendido en su corta estancia en el Vaticano que la bendición de sus actos no puede salir de Bush. Es más, si lo que quiere es expiar sus culpas, la foto

que necesita no es con Bush sino con los nuevos líderes, elegidos democráticamente, de Irak. Claro, que a lo mejor tampoco ellos quieren salir en la misma foto que Zapatero, el que les abandonó.