SIN SOCIEDAD CIVIL NO HAY ESPERANZA
Artículo de Biante de Priena en “Ciudadanos en la Red” del 22-1-08
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El huracán electoral está aquí, a
partir de ahora todos los días nuestras neuronas se inundarán de datos difíciles
de procesar en tan poco tiempo: ofertas, propuestas, proyectos, ilusiones y
programas. Es lo que tiene la política de consumo, “prêt-à-porter”, que todo nos
lo dan hecho, para que no tengamos que pensar, insisto, para que no tengamos que
pensar lo que nos conviene.
Sin embargo, los acontecimientos que han ocurrido durante la presente
legislatura han servido para que los ciudadanos conozcamos la escasa calidad
profesional de nuestros representantes, la inconsistencia permanente de las
instituciones, y la incapacidad de autoregeneración que tiene el sistema
político español.
Lamentablemente, en este país los errores políticos siguen sin corregirse, y
cuando ocurren, lo que trata de cambiarse es el criterio de los ciudadanos para
que dejen de considerarlos errores, en un acto de soberbia propio del cesarismo
romano ante un pueblo analfabeto: Solbes dice que no le preocupa la crisis
económica, que todo es coyuntural.
De los políticos no se pueden esperar soluciones, solo falsas promesas de que
van a ocuparse de nuestros problemas, estrategia que les sirve para alcanzar el
preciado puesto que ambicionan en las urnas, y para conseguirlo nos prometerán
convertir la luna en un vergel si es necesario. Y a todo ésto lo denominan
democracia, en una reducción al absurdo que convierte la representación política
en una representación teatral con tintes tragicómicos.
No obstante, los políticos no son el único problema de la ecuación, más bien son
solamente una de las variables, la otra somos los ciudadanos, porque no sabemos
dar valor a la democracia exigiendo los derechos que nos corresponden
constitucionalmente, haciendo valer nuestra condición sobeana.
En España, la sociedad civil independiente prácticamente no existe, porque la
mayoría de los movimientos ciudadanos, a pesar de haberse constituido en su día
por iniciativa propia, han terminado cobijados al calor de las subvenciones
públicas del padre Estado. Son asociaciones participadas y por lo tanto,
dependientes.
El francés Alexis de Tocqueville, denunció hace doscientos años en su libro “La
Democracia en América”
la diferencia existente entre los europeos y los
norteamericanos en la constitución de su sociedad civil. Los primeros esperan
que el Estado resuelva todos sus problemas, porque el Estado sigue siendo
absolutista, y sustituye la referencia anterior a la divinidad. El poder
político del Estado es una herencia del poder divino precedente, que antes había
sido ocupado por los absolutistas monarcas europeos.
Los norteamericanos rompieron las cadenas, se liberaron del absolutismo estatal
y tuvieron que construir su sociedad desde la nada, realizando una auténtica
separación de poderes. Los padres de la patria norteamericana, se ocuparon de
que la libertad dirigiera sus pasos y la de los ciudadanos que representaban.
Erradicando el totalitarismo político de sus escenarios sociales. En Europa, la
emancipación de la sociedad del Estado sigue pendiente.
En las democracias mediterráneas, como Italia o España, en menor medida Francia,
el poder político sigue siendo absoluto, el Estado es el amo, y la Sociedad su
sierva (debería denunciarse al Estado por malos tratos o por abuso de dominio).
Es un modelo de dominación tan incrustado en nuestra cultura que va resulta
extraordinariamente difícil deshacerse de él.
Solo hay un camino, que los ciudadanos tomemos conciencia de la realidad, que
nos demos cuenta de una vez de que la democracia solo resulta útil si se cumplen
determinadas reglas establecidas, porque de no hacerlo estamos condenados a
seguir arrastrando esperanzas hasta la hoguera de los sueños rotos que supone el
sistema político en nuestro país.
Cuando un ciudadano español acuda a las urnas el próximo 9 de marzo debe pensar
en el futuro, en el pasado y en el presente. Si quiere que todo siga igual, si
está satisfecho con la vida que puede vivir en este país, con los servicios que
recibe, con la defensa de sus intereses y con las cosas que ocurren, debe
orientar su voto por las diferencias programáticas de los grandes partidos: el
PSOE y el PP, o por las opciones que defienden los nuevos feudalismos
nacionalistas.
Pero si considera que el sistema está agotado, que la Constitución está atrapada
por el chantaje nacionalista, que los políticos no son nuestros amos, sino
nuestros empleados, y que va siendo hora de que en España se hagan las cosas de
una forma diferente, porque los intereses de la Sociedad deben prevalecer
siempre y en cualquier circunstancia sobre los intereses del Estado
todopoderoso, entonces debe plantearse su voto de forma diferente.
Las alternativas racionales en este caso son tres: la abstención activa,
manifestando que no vota porque no se ve representado por lo que ocurre; el voto
en blanco, para señalar que respeta la democracia pero no a quienes la
representan; y por último, el voto a UPyD, porque es el único partido con
voluntad de cambiar la realidad política de nuestro país.
Muchos pensarán que votar a la UPyD fuera de las grandes circunscripciones será
desperdiciar un voto, en realidad no es así, por varias razones, pero la
fundamental es considerar estas elecciones como un ensayo general de lo que
vendrá en el futuro, como una gran encuesta, y hay que saber cuanta gente está
dispuesta realmente a luchar por cambiar las cosas en cada lugar.
Definitivamente en estas elecciones solo hay un partido político que defienda
los intereses de la sociedad civil, contra el Estado totalitario y contra los
partidos políticos que lo hacen posible; ese partido político es la UPyD de Rosa
Díez. Por coherencia, los ciudadanos que estamos hartos del espectáculo
bochornoso que han dado todos los partidos políticos durante la presente
legislatura, debemos apoyar esta opción porque es la única que puede traer
oxígeno al infecto e irrespirable ambiente político en que nos han hecho vivir
los políticos representados en el parlamento español.
Oreemos ciudadanos, oreemos, y el que sea creyente que ore, pero sin dejar de
orear, que aún así no descontaminaremos el asunto en años.
Biante de Priena