EL BURKA CATALÁN
Artículo de Biante de Priena en “Ciudadanos en la Red” del 23-7-10
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Alguien ha comparado con acierto el Estatut catalán con un burka político, que
una congregación de fanáticos intenta imponer de forma ilegítima a una
población perpleja, con el adoctrinamiento y el ahínco de los fundamentalistas,
empeñados en conseguir una pureza étnica-folklórica imposible en una población
tan mezclada y multicultural como la catalana; estos hechos hacen que los
demócratas se sonrojen y los amantes de la libertad y la igualdad prorrumpan en
improperios.
Pero quizás la degradación culmina con el procedimiento, porque una minoría
soberanista (16,2 % según la última encuesta de El Periódico),
azuzada por los políticos que consideran que una condición nacional propia les
permitiría ampliar su afición por el pesebre hasta cotas inimaginadas,
ensalzada por los medios de comunicación catalanistas, pretende conculcar la
legitimidad constitucional, ratificada por el Tribunal Constitucional, contra
la voluntad del pueblo catalán que nunca ha votado en contra la Constitución
Española, sino con cifras que superan en participación en el doble a las
acontecidas en el refrendo del Estatut, y con tasas del 91 % de apoyo, cifra no
alcanzada por el Estatut.
La pantomima podría derivar en un esperpento más de los muchos que han
coleccionado los políticos catalanes a lo largo de su historia, pasando
inevitablemente por el Golpe de Estado contra la República del President
Companys en 1934, por el que fue juzgado, condenado y encarcelado en El Puerto
de Santa María, por los tribunales de garantías constitucionales
correspondientes. Bajo el gobierno de Companys se produjeron más de 8.500
asesinatos por parte del nacional-socialismo en Cataluña, información que ha
desaparecido, casualmente, del periódico que lo publicó en su día, La Vanguardia.
Pero no puede pasar al museo de las estupideces, porque desde La Moncloa, por
mor de su Presidente José Luis Rodríguez Zapatero se sigue apoyando, a pesar de
la sentencia inapelable del Tribunal Constitucional, con la asistencia del PSOE
(Leire Pajín: “es nuestro Estatut”). José Luis Rodríguez Zapatero se
comprometió en su día a apoyar lo que surgiera aprobado en el Parlament de
Catalunya, cometiendo la imprudencia de obviar la decisión del Tribunal
Constitucional, acostumbrado como está a no respetar la independencia de la
justicia.
Cuánto más va pasando el tiempo, más fácil es contemplar el espectáculo
nacional-socialista de la representación teatral que la oclocracia catalana nos
brinda, siempre preocupada por lograr una nación en Cataluña, bilateral o
independiente de España, pero que no sabe nada de lo ocurrido con los 35
millones del caso Millet, que ha servido para financiar a CIU, al PSC, y a ERC
de forma discreta. Tampoco se sabe nada de lo ocurrido con los más de 10
millones de euros que se han desviado en el caso Pretoria. Ni se sabe siquiera
el montante total de las inversiones de la Generalitat de Cataluña en “hacer
nación” (es decir, alimentar a todos los que viven en su gran pesebre),
evitando que los ciudadanos catalanes tengan el Estado de Bienestar que les
correspondería si no tuvieran una casta política empeñada en proclamar una
nación en Cataluña.
Nada que decir del 65,7 % de los ciudadanos españoles residentes en Cataluña
que se sienten bastante o
muy orgullosos de ser españoles, y que en el Estatut de Cataluña son
devaluados a ciudadanos de segunda categoría, a los que no se dedica ni un
artículo de los muchos que contiene. ¿Cómo menos de un 20 % de la población
catalana puede aplastar los derechos de casi un 70 % de sus conciudadanos y
quedarse tan fresco?. Son cosas inexplicables, porque cuando los argumentos se
fundamentan en los sentimientos y no en la razón, todos los sentimientos son
iguales, los de los que quieren ser una nación independiente y los de los que
quieren seguir siendo una comunidad española, en la que sus ciudadanos tengan
la garantía constitucional de sus derechos fundamentales compartidos con sus
compatriotas, y no la garantía de que la Constitución, como actualmente ocurre
de forma ilegítima en Cataluña, donde se sigue aplicando el Estatut sin las
correcciones establecidas por la sentencia del Tribunal Constitucional, sea
erradicada. ¿Se puede hablar de respeto a la democracia en estas condiciones
ilegítimas?
No comprendo a los catalanistas, exigen que por ley se les conceda lo que piden
y no son capaces de respetar las leyes en la que fundamentan su presunción
soberanista. Esta forma de interpretar la justicia es perversa y degradada.
Imagínense ustedes que pasan bajo un balcón, les cae un tiesto en la cabeza,
les ocasiona un traumatismo craneoencefálico y un juez decide que ustedes deben
pagar el tiesto (y no tienen derecho a indemnización alguna) porque la
fatalidad de que les cayera el tiesto encima se debe a su imprudencia de no ir
mirando los tiestos de los balcones, pues algo similar es lo que pretenden que
nos creamos desde La Generalitat de Cataluña y desde La Moncloa. Esto supone un
auténtico reto a la inteligencia y la prudencia. La tolerancia de los españoles
con los políticos que les representan, tanto los que residen en Cataluña como
en cualquier otra comunidad española, debería ser galardonada con el Premio
Príncipe de Asturias a la Concordia, por lo menos, o mejor con el Premio Nobel
de la Paz, porque mira que llevamos tragado sin inmutarnos.