ZAPATERO VERSUS IBARRETXE: EL GOBIERNO MÁS BLANDO PARA LIDIAR CON EL PROBLEMA MÁS DURO
Artículo de Jesús Cacho en “El Confidencial.com” del 10-1-05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
A menudo va bien darse una
vuelta por esa hemeroteca virtual que hoy es Internet. Porque asomarse al
pasado, a veces muy reciente, da claves sobre lo que puede acontecer en el
futuro. Leo la referencia del discurso de Rodríguez Zapatero al Comité Federal
del PSOE del pasado 6 de noviembre: “Hemos cerrado el tiempo de la bronca desde
el poder (...) Me he propuesto escuchar; si es posible, atender; reclamo la
capacidad de proponer y renuncio a imponer”.
Una declaración de principios que muy pocos dejarían de avalar, incluso de
calificar con un 10 en la reválida de las buenas intenciones morales con las que
afrontar el curso de una vida en cualquier ciudadano ejemplar, pero que referida
a la gobernación de un país complejo como el nuestro, en el contexto político
que hoy vive España, y cara a las importantes citas que se avecinan este año,
esta misma semana incluso, no resulta muy tranquilizadora.
Frente a quienes piden más dureza, más palo y tente tieso, uno opina que el PP
está haciendo lo que debe. Esta es una batalla larga, en la que tan importante
es mostrarse serenamente firme como no pasarse de frenada y sucumbir a la
histeria del momento. No es con más testosterona con lo que debe afrontarse el
problema, sino con más talento. Talento democrático.
De modo que Rajoy, además de hacer lo que debe, se está mostrando como el líder
decidido y prudente que una derecha capaz de ofrecerse como alternativa de poder
necesita. También Zapatero se está mostrando como lo que es. Y ¿qué es, quién es
Rodríguez Zapatero? Pues el resultado, la emanación, la sublimación si se
quiere, de los profundos cambios operados en la sociedad española en los últimos
tiempos, cambios que a menudo la derecha se empeña en ignorar, con el riesgo que
conlleva analizar mal lo ocurrido el 14-M y achacar la derrota en exclusiva a
los atentados del 11-M.
Porque lo ocurrido es más que eso. El país pendular ha cambiado de ritmo, de
biorritmo tal vez. La España dura de Aznar, la España liberal,
competitiva, hasta cierto punto agresiva, con un papel que jugar en el mundo, ha
sido sustituida por la España suave de Zapatero, la España muelle, convertida en
gran ONG igualitaria, solidaria, tranquila, que rechaza la confrontación, que no
quiere guerras ni problemas, aunque reclama, eso sí, seguir disfrutando del
mismo nivel de vida que hasta ahora.
Y es esta sociedad hedonista, sin raíces ni principios profundos, sin noción del
pasado ni idea concreta del futuro, entregada al oportunismo del día a día, al
beneficio inmediato, a la abulia generalizada, es esta España anestesiada la que
tiene que vérselas con un demagogo de largo recorrido como Ibarretxe, la que
tiene que lidiar con el problema más importante de su Historia reciente.
“Renuncio a imponer”.
Descanse en paz esa burguesía algo ilustrada, clasista, ingenua, bienpensante y
tozuda que construyó el bienestar técnico del que disfrutamos, y que
contempla asustada la
posibilidad de que del
bienestar real que promovió no quede ni rastro por culpa del aventurerismo de
algunos y la cobardía de otros.
Resultado de esa pérdida de fe en los valores de las clases medias
tradicionales, tipos como Berlusconi, Chirac y, a su medida, Zapatero, han
llegado a formar gobiernos con ideólogos y profesionales de bajo perfil, de
carácter meramente gregario o populista, dispuestos a sacarle un rápido
rendimiento a esa nueva posición de privilegio, sobre la base de seguir
pregonando las bondades de la sociedad igualitaria y desarmada.
Respondiendo a quienes plantean el problema con toda su crudeza, Zapatero dice
que a la supresión de la autonomía vasca es donde no hay que ir, pero ahí es
precisamente donde Ibarretxe le quiere llevar, convencido el vasco como está de
que, a la hora de la verdad, la sociedad anestesiada no será capaz de pasar de
las palabras a los hechos. Este es, en mi modesta opinión, el escenario en el
que nos movemos, y por eso es tan potencialmente peligroso el reto que plantea
el nacionalismo independentista.