LAS INFORMACIONES DE 'EL CONFIDENCIAL' DEJAN EN EVIDENCIA AL GOBIERNO ZAPATERO FRENTE A ETA

 

 Artículo de Jesús Cacho  en “El Confidencial Com” del 12.07.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Les supongo al tanto de la tormenta política provocada por la publicación el lunes, en el diario Gara, del acuerdo que el Gobierno Zapatero y ETA cerraron en febrero pasado, acuerdo “que contempla compromisos y garantías por ambas partes” y que ha dejado al Ejecutivo en una situación más que comprometida, literalmente con el culo al aire, que es lo que suele ocurrir cuando uno acepta bailar con lobos de colmillos tan afilados como los de la banda terrorista.

El mismo lunes, este diario, por una de esas casualidades de la vida que a veces se producen, proporcionaba a sus lectores una información muy similar a la del diario vasco, sólo que mejor contada, más completa, y desde luego obtenida por vías distintas a las de Gara, a pesar de lo cual la competencia ha ignorado, con honrosas excepciones, el magnífico scoop –uno más de los muchos que se está apuntando en lo referente a las negociaciones sobre el llamado ‘proceso de paz’- de Oscar López-Fonseca, cosa que nos preocupa relativamente poco, porque lo único que aquí nos importa son nuestros lectores.

Escribía el lunes López-Fonseca en este diario que emisarios del Gobierno mantuvieron al menos tres encuentros con el número uno de ETA, Josu Ternera, meses antes de que la banda hiciera público su ‘alto el fuego permanente’. Dos de dichas reuniones se celebraron en Ginebra, Suiza, y la tercera en los alrededores de Oslo, la capital noruega. Según las fuentes manejadas por nuestro redactor, los tres encuentros se celebraron en el segundo semestre de 2005, cuando el Gobierno Zapatero parecía plenamente enfrascado en el lío estatutario catalán.

Pues bien, López-Fonseca volvía ayer a obsequiar a los lectores del Confi con otra exclusiva que completaba la del lunes, según la cual los tres encuentros mantenidos por el máximo dirigente de ETA y los emisarios del Gobierno sirvieron, entre otras cosas, para que el jefe de la banda diera garantías a sus interlocutores de que no se producirá ninguna escisión en la organización terrorista, temor que al parecer acongoja a Zapatero, porque ya se encargará él de impedir que eso ocurra. Josu Ternera aseguró que tomaría “medidas”, y no me pregunten cuáles, aunque me las imagino tratándose de ETA, en el caso de que a Txeroki, jefe del aparato militar, considerado el principal dirigente opuesto al “alto el fuego”, se le ocurriera desmandarse.

La importancia de las informaciones suministradas estos días por El Confidencial se antoja definitiva, en tanto en cuanto pone al descubierto el verdadero estado de cuestión tan fundamental para España y los españoles, y no solo para los vascos, como es el final de la violencia etarra. Vaya por delante, como he dejado escrito en otras ocasiones, que uno cree que Rodríguez Zapatero tiene todo el derecho, incluso la obligación, de acabar con el terrorismo por todas las vías democráticas posibles que, naturalmente, no incluyan la rendición del Estado de Derecho ante los violentos, en cuyo caso los terroristas verían justificados sus crímenes.

Pero da toda la impresión de que no estamos ante una negociación en marcha, sino ante la mise en scène, la venta al pueblo soberano, la escenificación de un acuerdo ya cerrado, amañado tras las bambalinas, lo cual explica la euforia de la que hacen gala los etarras estos días, y explica también la sensación extendida de que son ellos quienes manejan el tempo de la negociación o, mejor dicho, el tempo de lo que en cada momento es preciso desvelar, de las malas noticias que de forma paulatina hay que ir comunicando a ese pueblo supuestamente soberano a quien hay que convencer para que acepte, entre otras cosas, el trágala del derecho de autodeterminación que exige el nacionalismo vasco.

En el filo de la navaja en la que ZP se ha sentado a negociar de espaldas a media España, se afianza la sospecha de que el proceso no lo lleva el presidente del Gobierno de España, el presidente de todos los españoles, sino el secretario general y líder del Partido Socialista Obrero Español, un hombre ansioso por arrancar no el acuerdo que más convenga a los intereses generales, sino el acuerdo –el que sea, “como sea”- que mejor cumpla al aparato del PSOE, el acuerdo que afiance a ZP en el poder per secula seculorum con la ayuda de los nacionalismos periféricos, dejando a media España, la otra media, extramuros del sistema, en la oscuridad, herida y ofendida por una paz que será más rendición que imposición sobre el terror de los valores del Estado de Derecho. Es verdad: España no se merece un Gobierno que mienta.