EL FINAL DE LA ESCAPADA

Artículo de Jesús Cacho  en “El Confidencial.com” del 01 de febrero de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

Alarmantes datos de paro los publicados el viernes por el INE. Sin resquicio para el optimismo. En los últimos tres meses de 2009, la economía española perdió 224.200 empleos, lo que equivale a decir que cada día se destruyeron 2.488 puestos de trabajo. La tasa podría ser peor, incluso estar rozando ya el 22%, si la población activa hubiera crecido a su ritmo habitual, contingencia coherente con el aumento de la población en edad de trabajar. Pero esa población activa no sólo no ha crecido, sino que ha caído en 92.200 personas en el último año, lo cual es una tragedia para un país como España que tiene una de las tasas de actividad (relación entre la población activa en edad legal de trabajar y población total) más bajas de la UE. Y es que los ciudadanos, en su mayoría jóvenes, han dejado de buscar empleo, vistas las nulas probabilidades que tienen de encontrarlo. Si el paro ha sido siempre el primer problema de España, ahora claramente es el drama de España, asunto que debería tener en pie de guerra a los cuarenta y tantos millones de habitantes de este país, con su clase política al frente.

La dura realidad muestra que en 2009 se perdieron 1.210.800 puestos de trabajo. Pero si nos remontamos al nivel de empleo existente al comienzo de la crisis (tercer trimestre de 2007), resulta que España ha perdido 1.865.000 puestos de trabajo, una cifra espectacular. Como decía Carlos Sánchez el pasado viernes en este diario, es como si hubiera desaparecido del mapa del empleo una ciudad como Barcelona, incluyendo a todos sus habitantes. El fenómeno se observa con mayor nitidez en términos numéricos: si en el segundo trimestre de 2007 el paro afectaba a 1.760.000 ciudadanos, la EPA del último trimestre de 2009 contabiliza 4.326.500 desempleados, lo que equivale a decir que en dos años y medio el paro ha crecido en nada menos que 2.566.500, un aumento digno de figurar en el museo de los horrores económicos. Y menos mal que, según el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, en España no había crisis, porque todo eran “dificultades transitorias”. El corolario es que la tasa de paro se sitúa ya en el 18,64%, cada vez más cerca de sus máximos históricos de los años noventa.   

Se supone que un país civilizado, además de desarrollado, no puede soportar una cifra de parados semejante sin avergonzarse, primero, y sin alarmarse, después, porque todas las presas tienen un coeficiente de seguridad a partir del cual ceden y sueltan a empellones el agua embalsada. La marea en retirada de la prosperidad perdida está dejando a la vista y sobre el fango el edificio cuarteado de unas pensiones que no se van a poder pagar en el futuro por culpa del  envejecimiento de la población y la caída de cotizantes a la seguridad social. Y de repente el pánico, cuando se nos dijo que las pensiones estaban aseguradas por los siglos de los siglos amén. Y de la noche a la mañana, medidas tan drásticas como la de prolongar la edad de jubilación. ¿Puede un Gobierno tan desacreditado como éste adoptar una decisión de tanto calado sin un consenso mínimo con la oposición? ¿Es razonable hacerlo al margen del Pacto de Toledo y sus firmantes? ¿O es que tal vez estamos ante una nueva medida cosmética, destinada a apaciguar el dramatismo del momento con la anestesia del totum revolutum? Apuesto doble contra sencillo a que esta iniciativa no verá la luz tal como ha sido formulada. Mientras tanto, hablamos de los 67 años y no del drama del paro. 

Hace escasas fechas Octavio Granado, secretario de Estado de la  Seguridad Social además de secretario general de Economía y Empleo del PSOE, afirmaba taxativo que la edad de jubilación no se tocaría en ningún caso. Idéntico desconocimiento de lo que se preparaba tenía la mayoría del Gobierno, por no hablar de los líderes sindicales. Zapatero en su mejor versión: la de la improvisación absoluta. Y la incoherencia. Y el vivir al día. “Al Presidente le han hecho mucho daño las críticas de la prensa extranjera de las últimas semanas, literalmente le han dejado noqueado”, aseguran en Moncloa. ¿Cómo contrarrestar ese daño de imagen? Pues yendo a Davos y sentándose al lado del griego Papandreou y del letón Zatlers, dos hombres todo solvencia. Genial. Y diciendo que España es un país “serio y cumplidor”. Como Grecia y Letonia. Del agitprop se encarga, as usual, el diario El País: “Zapatero planta cara al pesimismo de Davos sobre España”. Igualmente genial.

El lastre de un déficit público del 11,4% del PIB

La reacción social no se ha hecho esperar. El coste electoral de una decisión no consensuada de este calado podría ser tan grande  para el PSOE, que es difícil imaginar que un tipo como Zapatero no termine metiéndola en un cajón dentro de cuatro días. Quizá antes. ¿Se imaginan al Presidente atándose los machos y haciendo frente a una ruptura de la paz social de la que, amachambrado a la sombra de los sindicatos, ha hecho columna vertebral de su política? Todo es posible en Granada, menos ver a esos sindicatos siguiendo, después de semejante anuncio, la estela de miguitas que va dejando tras sí un presidente que no se ha cansado de repetir que no dará un paso atrás en lo que a conquistas sociales se refiere. ¿Y cabe mayor retroceso social que cargarse de un plumazo los 65 años como fecha de jubilación, cifra de hondas resonancias obreras, como lo fue la jornada laboral de 8 horas?

El paro es el drama de España, asunto que debería tener en pie de guerra a los cuarenta y tantos millones de habitantes de este país, con su clase política al frente.

También supimos el viernes de pasión del 28 de enero que el déficit público se disparó en 2009 hasta el 11,4% del PIB. Hace apenas 15 días, el Gobierno seguía dando por bueno el 9,5% de objetivo oficial previsto para el año, sin que a nadie se le moviera un músculo. La locura de un insensato que creyó presidir un país rico ha terminado por salir a flote: subida de las pensiones, incremento del salario mínimo muy por encima de la inflación, cheque bebé, Planes E, subvenciones a todo trapo, inversión pública de lujo… El resultado es que en 2009 el sector público gastó unos 110.000 millones de euros más de lo que ingresó. Un disparate que, como en cualquier familia que gaste más de lo que ingresa, solo puede acabar en la bancarrota.

Ese 11,4% de déficit supone un lastre capaz de impedir salir a flote a una economía como la española. Resulta fácil imaginar las escenas de pánico que en las últimas semanas se han debido registrar en Moncloa conforme iban llegando las malas noticias sobre la situación del enfermo. Tenemos que hacer algo, sí, pero ¿qué hacemos…? El deterioro de la credibilidad de nuestra economía en el exterior es de tal calibre y las necesidades de financiación tan perentorias, que hay que agradecer al Gobierno el gesto de realismo, por fin, que supone tratar de enviar al exterior el mensaje de ortodoxia de ese plan de recorte del gasto en 50.000 millones en los tres próximos años. “España es un país serio”. Pero, ¿mediante qué formula milagrosa piensa el Ejecutivo reducir el déficit de la Administración central del 9,5% en 2009 al 6,2% en 2010, un año perdido desde el punto de vista de la actividad y por tanto, de los ingresos fiscales? ¿Cómo lograr esos 30.000 millones de ajuste presupuestario sin tocar el gasto en Educación, Sanidad, I+D+i, ayuda al desarrollo, sueldo de los funcionarios, seguro de desempleo, financiación de las CC.AA., servicio de la deuda, etc., etc.? 

El Gobierno Zapatero está 'kaput'

Y todo ello en un panorama de crisis que sigue haciéndose presente con toda su virulencia. Mientras la inmensa mayoría de la UE anuncia crecimientos del PIB para el nuevo año, España se convierte en el único país desarrollado cuya economía tendrá crecimiento negativo en 2010. España siempre ha dado un tirón hacia adelante cada vez que ha recortado déficit público y ha liberalizado. La demostración acaba de llegar del otro lado del océano. Estados Unidos, el país donde estalló la crisis financiera -en gran parte responsable de la misma- registró en el cuarto trimestre de 2009 un crecimiento del PIB del 5,7% (2,2% durante el tercer trimestre), guarismo deslumbrante que habla de las propiedades de una economía flexible y liberalizada, capaz de superar terribles crisis en un par de trimestres o tres, situación que contrasta con el paisaje ajado y sin esperanza de una España donde, como dijo el general Franco, “todo está atado y bien atado”.

El final de la escapada. El Gobierno Zapatero está kaput, superado por la envergadura del desastre que él mismo ha ido labrando a lo largo de los últimos seis años. Los nervios de Elena Salgado eran bien perceptibles el pasado viernes. Ella misma ha dicho a una amiga que se sabe “sentada sobre un barril de pólvora” que corre peligro de estallar. El mago ZP ha perdido todo su glamur, y hoy es un personaje vulgar que a su ignorancia en tantas cosas une un sectarismo fuera de lo común. Su “ideología” le ha impedido alcanzar los grandes consensos que serían precisos para abordar la solución de los problemas españoles. Cualquier atisbo de solución racional pasa hoy por desalojarlo cuanto antes de la presidencia del Gobierno. La Historia está llena de ejemplos de países que, de vez en cuando, deciden pegarse un tiro en el pie, cuando no directamente en la sien, poniendo el poder en manos de personajes claramente incapacitados para ejercerlo. El caso español no puede ser más ilustrativo de este extraño síndrome. España está hoy en un serio aprieto y el PSOE en un verdadero callejón sin salida con este personaje al frente. Nuestro pequeño genio camina desnudo, y en pelota picada lo ven ya por el ancho mundo. Los Dioses se apiaden de nosotros.