SOBRE LA ESTATURA POLÍTICA DE ZAPATERO Y LOS RIESGOS DE UNA DERECHA QUE SE "PASA DE FRENADA"

 

 Artículo de Jesús Cacho  en “El Confidencial Com” del 30.11.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Algo grave debe estar pasando con los líderes políticos del mundo entero, cuando uno repasa la lista y tropieza con personajes como Kirchner, Chávez, Bush, Chirac, Zapatero... Algo grave y de difícil arreglo, que indica que la política está desprestigiada entre los más talentosos, que a la política no se dedican los mejores, gente que seguramente prefiere dedicarse a investigar con células madre, construir imposibles rascacielos, o simplemente hacer buena literatura capaz de llegar directa al corazón de los lectores. ¿Qué hemos hecho para merecer estos políticos?

La famosa frase que un indiscreto micrófono ha brindado a los españoles en el montículo, que no cumbre, de Barcelona, nos ha permitido conocer la real dimensión política e intelectual, tal vez incluso mental, del presidente del Gobierno que nos gobierna. “Hay que cerrar algo como sea”. Para Zapatero, eso es hacer política. Lograr acuerdos como sea, no importa que los tales acuerdos sean buenos, malos o regulares. Nunca como ahora el medio fue el mensaje. Nunca como ahora el continente desplazó al contenido. La política como espejo, reflejo de lo que cada día vende mejor en el supermercado de la comunicación.

Impagable lección, ya digo, que ha terminado por retratar al presidente Rodríguez con un simple fogonazo. Equiparar la estatura política del actual presidente del Gobierno con la de un Felipe González es como comparar a Dios con un gitano. No son pocos los que piensan que el paso de este Erika sobre la política española va a tener un efecto devastador para el socialismo hispano. El partido fundado por Pablo Iglesias, que se sigue diciendo Obrero y Español, está siendo sometido a tales tensiones en la actual crisis nacional, que es probable que sus cuadernas salten por los cuatro costados, como saltan las de un barco viejo sometido a la inclemencia de un gran temporal en pleno Atlántico norte y en invierno.

Y la derecha, ¿qué ocurre con la derecha española? Después de que las encuestas hayan colocado a Zapatero en su sitio, la derecha se encuentra en un punto de inflexión, un cruce de caminos del que depende su capacidad para gobernar una larga etapa de modernización de España, o para quedarse a las puertas del triunfo electoral, con la miel en los labios y la frustración de lo que pudo haber sido y no fue, tal que el 14-M.

Porque el Partido Popular corre serios riesgos de “pasarse de frenada” en el actual momento político. En primer lugar, cargando las tintas en la descalificación diaria de ZP y despertando la vieja dialéctica entre derechas e izquierdas, un mano a mano del que el PP difícilmente podría salir ganador en las urnas. Desde aquel infausto 14-M, la derecha se halla en la encrucijada de subirse al monte de la protesta e instalarse allí per omnia saecula saeculorum, con el mismo porcentaje de votos de la extinta AP, o reciclarse, reconvertirse en el partido abanderado de las reformas, de la modernidad liberal a que aspiran muchos españoles que, no pudiendo votar al socialismo atrabiliario del PSOE, tampoco están dispuestos a hacerlo a un derecha conservadora e histriónica.

Mariano Rajoy ha sabido gestionar con sabiduría este conflicto, aunque sigue sin soltar lastre del PP de Aznar de la última legislatura, llena de altanería y soberbia. Y los españolitos que deciden el resultado en unas generales son, por lo general, gente bienpensante poco proclive a participar en el espectáculo que supondría convertir a ZP en un payaso. Aunque lo sea. Por eso, ciertas estrategias recientes del PP para recuperar el poder no parecen las más adecuadas. No parece lo más adecuado acusar a ETA de estar monitorizando el Estatuto de Cataluña, por más que el tal Estatuto nos parezca una barbaridad. Eso es “pasarse de frenada”. Y si el señor Acebes respira por la herida de ETA, si la sombra de ETA le nubla el juicio, lo que debe hacer es irse a casa, o tal vez al psicólogo.

Porque con políticas basadas en la exageración o el catastrofismo, difícilmente podrá el PP recoger los frutos electorales que la indigencia intelectual del presidente le está sirviendo en bandeja. La del siglo XXI no puede ser una derecha donde prime lo conservador sobre lo liberal, lo religioso sobre lo laico, lo antiguo sobre lo moderno. Tampoco puede ser una derecha instalada en el “no” sistemático, ni en el monocultivo antiestatutario. Por el contrario, tendrá que ser una derecha moderna, capaz de levantar las banderas de las reformas en profundidad, la bandera de la regeneración democrática, la bandera de un país más abierto, más rico y más libre. Humildemente, así me lo parece.