OTRA DE GAMBAS EN MONCLOA
Artículo de
Jesús Cacho en “El
Confidencial” del 28 de noviembre de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El domingo 26 de enero de 1930, Miguel Primo de Rivera
hizo publicar en la prensa de Madrid una nota oficiosa que decía tal que así:
“Como la Dictadura advino por la proclamación de los militares, a mi parecer
interpretando sanos anhelos del pueblo que no tardó en mostrar su entusiasta
adhesión, [a los militares] se somete y autoriza o incita a los diez Capitanes
generales, Jefe superior de nuestras fuerzas de Marruecos, tres Capitanes
generales de Departamentos Marítimos y Directores de la Guardia Civil,
Carabineros e Inválidos, a que, tras breve, discreta y reservada exploración,
le comuniquen por escrito, y si lo prefieren se reúnan en Madrid bajo la
presidencia del más caracterizado, para tomar acuerdo, y se le manifieste si
sigue mereciendo la confianza del Ejército y de la Marina. Si le falta, a los
cinco minutos de saberlo, los poderes de jefe de la Dictadura y del Gobierno
serán devueltos a Su Majestad el Rey, ya que de éste los recibió haciéndose intérprete
de la voluntad de aquellos”.
El párrafo transcrito pertenece a Dámaso Berenguer (De la Dictadura a la República), jefe de
la Casa Militar del Rey a quien Alfonso XIII encargó formar Gobierno tras la
dimisión de Primo de Rivera. “El Ejército y la Marina, en primer término, me
erigieron Dictador; el Ejército y la Marina son los primeros llamados a
manifestar, en conciencia, si debo de seguir siéndolo o debo de resignar mis
Poderes”. Pero el marqués de Estella se encontró con
la sorpresa de que los jefes del Ejército se limitaron a reiterar su lealtad al
Rey, eludiendo cualquier pronunciamiento. El hombre que presumía de que “a mí
no me borbonea
nadie”, se vio de pronto borboneado
por un Monarca que, tratando de eludir el descrédito de un régimen agotado por
él impulsado tras las bambalinas, había decidido cambiar de caballo tras haber
cabalgado a lomos de “su general” desde septiembre de 1923. El drama de Primo
se había iniciado en el Consejo del 31 de diciembre de 1929, sesión en la que
el general propuso al Rey convocar elecciones municipales y autonómicas en el
primer trimestre de 1930, en un intento de volver a la normalidad
constitucional. La fría reacción del Monarca y el fracaso de la apelación al
respaldo de sus conmilitones, le obligó a presentar su dimisión al Rey el 28 de
enero de 1930. Seis semanas después moría en París solo y decepcionado por la
traición de quienes había contribuido a exaltar. Frase atribuida al ex ministro
conservador Ángel Osorio y Gallardo en aquellos meses: “En mi casa, hasta el
gato se ha hecho republicano”. El 14 de abril de 1931 era proclamada la II
República Española.
Los grandes empresarios de hoy han sustituido a los
Capitanes Generales de ayer. La debilidad extrema de ambos personas es
idéntica; su descrédito, equiparable.
Algunos han querido ver en el vermú ofrecido ayer por Rodriguez Zapatero a los empresarios un cierto paralelismo
con la consulta a la desesperada realizada hace más de 80 años por Primo de Rivera
a sus compañeros de armas. Los grandes empresarios de hoy han sustituido a los
Capitanes Generales de ayer. La debilidad extrema de ambos personas es
idéntica; su descrédito, equiparable. Cien empresarios y profesionales de
prestigio presentaron el pasado 15 de noviembre un memorándum al nieto de
Alfonso XIII, Juan Carlos I, dando cuenta de la calamitosa situación por la que
atraviesa un país que, a principios de siglo, creía haber traspasado para
siempre la barrera de la prosperidad y de pronto se ve amenazado por el
fantasma de la pobreza, ello por culpa de un Gobierno presidido por un hombre
con menos luces –intelectuales y morales- que un barco de contrabando. Alguien
con talento bastante en Moncloa debió advertir al sujeto del peligro potencial que
encerraba ese manifiesto, una enmienda a la totalidad de sus políticas, y le
aconsejó ponerse al frente de la manifestación. Ese es todo el secreto que
rodea la estrambótica, abracadabrante convocatoria de ayer, 25 primero, 30
después, más tarde 35, finalmente 41 y, ¿por qué no 58 o 136? El resultado hubiera sido el mismo.
“La mayoría se han ido encantados”
El badulaque espera que, hábilmente amplificada por
unos medios de comunicación mayormente afectos, el empaste le sirva para
distraer la atención al menos unos días. Esta semana inicia un periplo por
Libia, Suiza, Bolivia y Argentina. Toma del frasco. Volverá a Madrid con las
luces de Navidad encendidas, y a vivir que son dos días. Otra de gambas en
Moncloa. Uno de los pocos que hablo claro fue Francisco González, a quien ZP
quiso descabalgar del BBVA en escandalosa operación concertada con un
ladrillero murciano y los bancos amigos: “usted tiene que hacer las reformas
por vía de urgencia, porque los mercados no esperan”. Ninguno se atrevió a
decirle que el problema, con serlo, no es el déficit, ni los balances de Cajas
y Bancos, ni las cifras de paro, ni nuestra incapacidad para exportar: El
problema es él. El drama de España eres tú, José Luis, y si al partido que te
respalda le quedara un átomo de sensatez, no digamos ya de patriotismo, debería
buscar de inmediato un acuerdo con la oposición para desbloquear cuanto antes
esta agonía que nos lleva de cabeza al abismo de la intervención de Bruselas y
el FMI, y a la pobreza.
De modo que si el silencio ominoso de los Capitanes
Generales sirvió en 1930 para descabalgar a Primo, el silencio de ayer de
nuestros capitanes de empresa servirá para reforzar a ZP. “La mayoría se han
ido encantados”. Como al soldado, el valor se les supone. Al hecho
incontestable de que la cuenta de resultados de muchos de ellos depende del
Gobierno –razón por la cual Amancio Ortega, el único empresario merecedor de tal
nombre, no se tomó la molestia de venir a Madrid-, hay que unirle el miedo de
todo español de por a significarse y hablar alto y claro. De un alto cargo de
la extinta UCD: “La clave de la Transición fue que todos teníamos algo que
perder si nos liábamos a mamporros; no le demos más vueltas: este es un país de
cobardes. Fue el peor legado de Franco a la sociedad española”.
El descrédito del personaje es total en las
cancillerías europeas. El espectáculo ofrecido en la cumbre de la OTAN en
Lisboa, cuando, cual pollo desnortado, buscaba afanosamente el emplazamiento
que tenía asignado para la foto de familia, rebasa todo ridículo imaginable.
Pero, por una de esas crueles ironías que a veces depara el destino, resulta
que el futuro del euro y del propio proyecto de la UE ha
venido a caer en manos de este badajo. Zapateuro. Se entiende el pavor
mostrado por Merkel y Sarkozy, que han hablado esta
semana varias veces al respecto: ¿Cómo evitar que el colapso de España se lleve
por delante a la zona euro? La alarma es muy visible también en la Reserva
Federal USA, alguno de cuyos funcionarios han contactado a diario con
economistas –incluso cercanos al PP- y altos funcionarios españoles, por no
hablar de la presión de la Administración Obama sobre
el propio ZP. “Esto
está peor que en mayo”, asegura uno de nuestros mejores expertos. “España
no puede financiarse a estos costes y con los mercados bloqueados, y no
vamos a tener más remedio que seguir el camino de Irlanda. No hay quien pare
esta sangría. Solo un chute de confianza brutal, tal que el anuncio antes del
próximo puente de la Constitución de la inmediata reforma de las pensiones por
Decreto Ley. El clima de desconfianza es brutal, y no hay más salida que ir a
elecciones generales cuanto antes, para hacerlas coincidir con las municipales
y autonómicas de mayo”.
Las maniobras del Rey con su amigo Eduardo Serra
Por otra de esas paradojas del destino, ha sido un
socialista, el comisario europeo Joaquín Almunia, quien esta semana ha puesto
en evidencia la condición de España como país
digno de toda sospecha: “La duda, por un lado, está en saber si España va a
ser capaz de aplicar lo que ha decidido que hay que hacer […] Y la segunda duda
es si España tiene algo más, aparte de lo que ya está encima de la mesa”. Ahí
le duele. ¿Qué ha pasado, por ejemplo, con los 320.000 millones de crédito
promotor que lastraba los balances de cajas y bancos a primeros de 2008 y que a
día de hoy se mantiene inalterable porque, aunque se hayan entregado viviendas,
el montante del crédito se retroalimenta por culpa de los intereses acumulados?
¿Dónde escondemos esa suma? ¿Y qué hacemos con el resto de mastodónticas cifras
que lastran el futuro de un país que, por encima de todo, carece de una
estrategia de crecimiento imprescindible para crear empleo y mantener nuestro
nivel de vida?
Se empieza a hablar de un gran Pacto de Estado capaz
de desembocar en un Gobierno de concentración que, presidido por una personalidad
independiente, más o menos bien vista por todos, abordaría las tareas
económicas más urgentes y abriría un proceso constituyente destinado a
redefinir el Estado autonómico, reequilibrar los poderes del Gobierno central,
reformar la Ley Electoral, etcétera. En suma, corregir los traumas que han
llevado a nuestra feble democracia a su actual estado de postración, ello en
línea con el documento que, auspiciado por el ex ministro Eduardo Serra, le fue
entregado al Rey días atrás. Ello con el objetivo puesto en la convocatoria de
elecciones generales en un par de años, una vez cumplidas esas metas. Los
peligros son obvios, y las resistencias de la clase política, totales. En las
cúpulas de los partidos se rechaza la pretensión de un manotazo, recordando el intento,
mitad de los noventa y con el felipismo acosado por escándalos de todo tipo, de un
Gobierno de concentración secretamente auspiciado por el Monarca y encabezado
por su entonces íntimo amigo Mario Conde. El protagonismo del Rey –¿cómo justificar ese pintoresco despacho del jueves con la
ministra Elena Salgado?- en las últimas fechas no puede ser más llamativo. No
faltan quienes apuntan al citado Serra, hombre brillante que goza de la
confianza de los norteamericanos, muy cercano al Rey, ministro que fue del PP
con Aznar y siempre bien visto por el PSOE, como cabeza de la iniciativa.
Hay quien asegura, en fin, que todo se reduce a un
intento de última hora de la Monarquía encabezada por don Juan Carlos de
recuperar la imagen perdida tras años de carantoñas con un mentecato como
Zapatero, complicidad que le ha granjeado la desafección de buena parte de la
derecha política e incluso de amplias capas de población urbana no partidaria.
Si la violación de la Constitución por parte de Alfonso XIII al apoyar el golpe
de Primo de Rivera dio a “las izquierdas”, como entonces se decía, una
popularidad que no hubieran podido lograr a tenor de los magros cambios
operados en la estructura social y económica de España durante las décadas
precedentes, el compadreo exhibido estos años por el Rey con un tipo como el
aludido ha llegado a exasperar a millones de españoles que hoy se plantean si
merece la pena seguir apoyando a la institución. Tal vez demasiado tarde,
Majestad, para casi todo.