Artículo de Ignacio Camacho en “ABC”
del 12 de febrero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Con una apostilla a pie de título:
“SINE QUA NON”:
Para pactar sobre el Estado hay que
sustituir a Zapatero. Ese es el requisito sine qua non de un pacto de Estado.
Zapatero no tiene ni idea de qué es eso del Estado, y él es el que lo ha
destrozado.
Luis Bouza-Brey (12-2-10, 21:00)
Para hacer
un pacto de Estado, aunque sea sobre la economía y el empleo, lo primero que
hay que tener es una idea más o menos común del Estado. La crisis política
española es de tal envergadura que ni siquiera existe ese concepto elemental en
torno al que se puedan acercar los distintos partidos, porque el zapaterismo ha destruido los consensos vigentes desde la
Transición hasta poner en cuestión la estructura del Estado mismo, la idea de
la nación como ámbito igualitario de convivencia. En este momento los
socialistas, los populares y los nacionalistas no están en condiciones de
acordar ninguna política para España porque antes tendrían que ponerse de
acuerdo sobre qué es España. El conflicto sobre la estructura y el modelo
territorial interfiere incluso la toma de medidas contra la recesión; el Estado
central propiamente dicho, es decir, la Administración bajo la dirección del
Gobierno, apenas controla el 25 por ciento del total de un gasto público en el
que las autonomías campan como por viña sin vallado.
El
prestigio de los grandes acuerdos políticos y sociales arraigó en el imaginario
colectivo durante el tiempo liminar en que alboreaba
la democracia, pero ese espíritu de concordia generosa y transversal es el que
Zapatero se ha empeñado en liquidar durante seis años de gratuito trincherismo. Aun zarandeado por una crisis que pasó
directamente de negar a darla por superada con idéntica contumacia en el error,
el presidente se empeña en establecer líneas ideológicas a la hora de combatir
el paro: cree que hay un desempleo liberal y otro socialdemócrata. En esas
condiciones ya puede clamar por un pacto el pueblo, la prensa o el Rey, que
ayer volvió a retomar el discurso de Nochebuena. Todo es prédica en desierto;
para que exista un acuerdo tiene que estar dispuesto a ceder en primer lugar el
que tiene la responsabilidad de aplicarlo... que es precisamente el que más
ahínco ha puesto en establecer diferencias y el que más se ha negado a aceptar
sugerencias, consejos y propuestas.
Todavía
a día de hoy Zapatero está convencido de que su política de subsidios, que él
confunde con derechos, va a sacar al país de la recesión y le servirá para
vencer al PP acusándolo de antipatriotismo
apocalíptico; le interesa más derrotar al adversario que a la crisis. Por su
parte, la oposición tiene motivos para desconfiar del hombre que hasta ahora no
ha hecho otra cosa que engañarla, y al que ya considera un problema tan grave o
mayor que el de la economía. Seis años de cainismo
fundamentalista han dejado demasiadas heridas y han provocado un colapso
político que se ha llevado por delante la mínima confianza institucional propia
de un orden democrático. La recuperación de ese espacio de encuentro es
primordial, pero no parece próxima; el primer objetivo de un acuerdo de Estado
tendría que ser el de que siga existiendo el Estado.