EL CONSENSO INVIABLE
Artículo de Ignacio Camacho en “ABC”
del 14 de febrero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
El formateado es mío (L. B.-B.)
EL
triunfo más incontestable de Zapatero consiste en la liquidación del espíritu
de la Transición como mecanismo fundacional de la democracia española. Para la
nueva generación socialista que representa el presidente, el pacto
constitucional no fue más que una claudicación más o menos forzosa de la
izquierda, que por miedo o prudencia renunció a la ruptura para conformarse con
una libertad imperfecta; por ello a lo largo del último sexenio el zapaterismo se ha aplicado a desmantelar de la vida pública
cualquier vestigio de consenso que pudiese proporcionar cohesión institucional
y política, y apoyándose en minorías radicales ha sustituido los acuerdos
básicos entre mayorías para aplicar al Estado del 78 una agenda de
deconstrucción rupturista.
Ésa es
la razón cardinal que ahora vuelve inviable un acuerdo anticrisis
bajo la dirección política del hombre que ha dinamitado todas las alianzas
vigentes, tácitas o explícitas, para enrocarse en un acentuado divisionismo
ideológico. La confianza mutua de los dos grandes partidos se ha quebrado al
eliminarse el modelo común que sustentaba sus visiones de España. El espíritu
de la ruptura ha devuelto a la vida pública española el trincherismo
banderizo que la Transición supo evitar, y que consiste en la identificación
del adversario como problema primordial; al pairo de ese hálito cainita,
millones de españoles anteponen su deseo de derrota del rival -socialista o
popular- al de la recuperación económica, o simplemente asimilan un objetivo
con el otro. Un diabólico marco de encono civil que vuelve una quimera la
colaboración en una tarea de reconstrucción nacional.
El
bloqueo ha alcanzado ya incluso a la figura del Rey, cuyo margen de actuación
se ve peligrosamente estrechado por las suspicacias sectarias. Ha bastado que
el Monarca, alarmado por la severidad de una crisis que amenaza con un grave
retroceso social y económico, se limite a cumplir con su función constitucional
de arbitraje para que se desaten a derecha e izquierda violentos celos
políticos que cuestionan la neutralidad de la Corona. La oposición entiende que
las gestiones de Don Juan Carlos suponen un aval al Gobierno, y éste se siente
madrugado en su capacidad de iniciativa pese a que no la ejerce. Ni por asomo
contemplan unos ni otros la hipótesis de que esta iniciativa mediadora
represente la única decisión de verdadera responsabilidad que alguien ha tomado
aquí en los últimos tiempos.
Un pacto
de Estado sería, sin duda, la solución más razonable a mayor o menor plazo para
una crisis que ya no es sólo económica, sino política e institucional. El problema es que ese acuerdo resulta imposible con Zapatero
de por medio, porque él es el alfa y la omega del conflicto, el principal
factor de discordia. Y ésa es, exacta y desgraciadamente, la única vertiente
del asunto que el Rey está obligado a no tener en cuenta.