LETANÍA DE LOS ERRORES

Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 26-4-10

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

A A.P.H. y muchos más.

Estabas equivocado. Cuando corrías delante de los grises y te forraban a palos por pedir la amnistía, estabas equivocado. Cuando defendías en nombre del Partido la política de reconciliación que os predicaba Carrillo, estabas equivocado. Cuando te emocionabas ante aquel cuadro de los abrazos de Genovés te estabas traicionando a ti mismo por culpa de unos sentimientos ofuscados. Cuando participaste en aquel encierro por el que te quitaron la beca de estudios cometiste un lamentable error de enfoque. Cuando creíste que la libertad llegaría con el mutuo perdón estabas en la más profunda de las confusiones. Cuando te sentías orgulloso de aquella lucha de tus mejores años sólo engañabas a tu propia conciencia. Acéptalo: todo aquello por lo que entregaste la juventud no fue más que una bajada de pantalones.

Eso es lo que te dicen ahora ésos a los que nunca viste en las manifestaciones. Los que se quedaban en sus casas cuando volaban los botes de humo y las pelotas de goma. Los que cuando cargaban los caballos no sintieron jamás a sus espaldas el ruido siniestro de las herraduras en el asfalto. Los que no iban a ver en la cárcel a los compañeros presos para que no apuntaran sus nombres en el registro de visitas. Los que en los buenos colegios a los que tú no fuiste habían compartido pupitre y juegos con los vástagos de la dictadura. Los que acabaron sus carreras mientras muchos de los tuyos se dejaron las suyas por el camino. Ésos son los que ahora te llaman calzonazos, los que juzgan tu empeño de entonces como una medrosa claudicación, como un vergonzante sometimiento entreguista, como una concesión asustadiza y resignada.

Qué hermoso tiempo perdiste creyendo en una causa fallida. Podías haber escurrido el bulto, pasar inadvertido y haber llegado luego al poder como llegaron ellos, pisando con los zapatos limpios el sendero abierto por vuestras huellas. Podías haber disimulado tu militancia para fraguarte un porvenir confortable desde el que cuestionar todo aquel esfuerzo con la displicencia desenvuelta de un ideólogo de la posmodernidad. Pero te equivocaste y cargaste a tus espaldas con un compromiso irreparable. Y lo peor es que te sentiste bien, que incluso llegaste a creer que aquel sacrificio de generosidad y aquel acuerdo de esperanza habían valido la pena al fin y al cabo.

Ya lo ves, sin embargo: fue un fracaso, un triste autoengaño, una capitulación vergonzante que disteis por buena agarrotados de miedo. Lo que tomaste por un nuevo tiempo sin reproches no era más que una vulgar renuncia acongojada. Por suerte has vivido para ver este luminoso horizonte de rupturas que enmendará en tu nombre tus propios fallos. Cuánto te habría gustado, no obstante, ver a estos bizarros héroes retroactivos agitando sus banderas cuando las tuyas se quebraban sin que nadie llegase a echarte una mano.