MOCIÓN DE CONFIANZA
Artículo
de Ignacio Camacho en “ABC”
del 16 de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
No ha
sido una rectificación; ha sido una enmienda a la totalidad. Por la dureza del
ajuste y, sobre todo, por la contradicción radical que supone con la política y
el discurso que el Gobierno ha mantenido con terquedad durante los dos últimos
años, el tijeretazo de Zapatero supone una moción de censura contra sí mismo. Y
no la ha presentado por convicción, ni por arrepentimiento, ni por la necesidad
de adaptarse a las circunstancias, sino por el imperativo categórico de unos
socios europeos decididos a cerrar el grifo de financiación de su dispendio
proteccionista. Es decir, conminado y a la fuerza. De tal modo que no estamos
ante un volantazo propio de la incoherencia del
líquido estilo presidencial, sino ante la confesión ineludible de un terminal
fracaso político.
Ese
fracaso inhabilita al presidente para aplicar una política en la que no cree,
cuya filosofía y términos ha impugnado con contumacia tan frívola como
irresponsable. Un gobernante no puede presentarse en el Parlamento con un
programa radicalmente distinto al que ha venido defendiendo sin que ese cambio
determinante tenga consecuencias inmediatas. Al admitir que su política anticrisis se ha estrellado en el más estrepitoso
descalabro, Zapatero ha perdido la legitimidad y el derecho a reclamar de los
ciudadanos un sacrificio que él no consideraba necesario. Si quiere
reinventarse ha de pasar por una elemental prueba de confianza a la que no se
ha sometido.
Para
ello sólo tiene tres salidas. La más elemental sería la de convocar elecciones
y buscar en las urnas la ratificación de su nueva estrategia o dar paso a quien
resulte elegido para aplicar la suya. No lo hará por la comprensible aunque
poco patriótica razón de que perdería. La segunda posibilidad pasa por entregar
el poder a otro miembro de su partido menos contaminado por el fracaso de la
gestión para que se someta a la convalidación parlamentaria mediante una sesión
de investidura. Y la tercera, presentar de inmediato una moción de confianza
que le otorgue, si puede obtenerlo, el respaldo del que ha quedado desposeído
al impugnar su propia política.
Lo
único que no puede hacer es continuar como si nada hubiese ocurrido, circulando
tan campante en dirección contraria de sí mismo. El poder democrático requiere
un grado mínimo de responsabilidad sin el cual se convierte en un mero
ejercicio de cinismo que invalida su fundamento ético. Zapatero está en estos
momentos deslegitimado para desarrollar una política antitética de sus
principios porque carece de autoridad moral para ejercer el liderazgo. El
ajuste no es consecuencia de un cambio repentino del escenario económico y
financiero, sino del naufragio de su doctrina de gasto, déficit y paliativos
indoloros. Si ahora pretende empezar de cero no tiene más camino que revalidar
su propia refundación en las urnas o en el Parlamento. Hasta que no lo haga
será un político suspendido en el alambre de la nada.