EL TRIBUTAZO

 

Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 20 de mayo de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Tras el tijeretazo viene el tributazo. Cualquier posible duda sobre una próxima subida de impuestos quedó disipada el martes con el desmentido de Elena Salgado; todo el mundo la dio automáticamente por cierta. En este Gobierno las vicepresidencias son una forma ilustre de irrelevancia, una modalidad jerárquica de la nada. A veces da la sensación de que Zapatero nombra vicepresidentas para mostrar su poder desautorizándolas. Quizá por eso Chaves, que tiene más recorrido a las espaldas y menos competencias en las manos -menos es un eufemismo, no tiene ninguna- haya optado por un quietismo que cuadra con su estilo hierático y le evita de paso malas posturas. Sus compañeras de rango, obligadas a moverse, tienen peor suerte en las fotos. Si De la Vega firma un convenio salarial con los funcionarios, el presidente más coherente de la democracia les baja los sueldos; si Salgado descarta un incremento fiscal, su jefe lo anuncia justo al día siguiente. Las decisiones reales se toman en un minigabinete de pretorianos formado en torno al líder en Moncloa, un estrecho círculo de poder en el que sólo hay dos alternativas: ser primo o hacerlo.

Ese reducido cinturón de confianza será probablemente el que, reunido alrededor de un montón de encuestas y sondeos, decida cómo, cuánto y a quién les van a subir los impuestos. Bueno, a quién está claro: a los únicos que los pagan, que desde luego en España no son los ricos propiamente dichos. En la lógica fiscal convencional deberían ser las cuentas de ingresos y gastos el factor determinante de esta clase de medidas, pero en la lógica zapateril impera sólo el dominio de las emociones políticas, que son las que se escrutan en los estudios de opinión pública. Importa el enunciado, no el contenido. Si el Gobierno, o con más exactitud el presidente, pone en su agenda un aumento tributario «a las rentas altas» no es tanto porque lo necesite para equilibrar sus mermados balances financieros sino los políticos. La impopularidad del recorte requiere inmediatos guiños compensatorios de populismo socialdemócrata. Se buscan chivos expiatorios de la improvisación que ha triturado la popularidad gubernamental, y la cúpula del PSOE ha señalado tres objetivos con mantras rituales que sus dirigentes van a repetir como una jaculatoria: los ricos, los bancos y la Iglesia. A por ellos van a ir para disimular las evidencias de un ajuste diseñado por imperativo del protectorado europeo. Se van a enterar.

De momento convendría, sin embargo, que se enterasen también las dos vicepresidentas, para no tener que retratarse en escorzo y pilladas a contrapié. Sería imperdonable que el gabinete de consignas vuelva a olvidar enviarles el argumentario a sus blackberrys. Aunque ya deberían haber aprendido que en el lenguaje de Zapatero las palabras nunca y siempre se refieren sólo a un breve margen de horas.