EL PODER NO LO IBA A CAMBIAR
Artículo de Ignacio Camacho en “ABC”
del 07 de junio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Se mire
como se mire, la turborreconversión de Zapatero a la
doctrina del ajuste no viene a ser otra cosa que la confesión de un palmario
fracaso en el que la apelación al patriotismo resulta la coartada de la
permanencia en el cargo. Cuando un político fracasa en la aplicación de sus
principios se retira por dignidad y por coherencia, como han hecho antes otros
desde Salmerón a Suárez, salvo que tanto la dignidad como los principios estén
supeditados a la ratio suprema del poder y el liderazgo. A Zapatero le han
impuesto desde fuera una política en la que decía no creer con una reiteración
terca e insoslayable, de modo que si se aviene a aplicarla se traiciona a sí
mismo o traiciona a los que creyeron en él, o las dos cosas. Aceptar un giro
tan radical de su discurso sin una mínima autocrítica de sus errores pasados no
demuestra una actitud patriótica sino un apego pragmático al poder y una cínica
sumisión a la razón de Estado.
En este
precipitado cambio de roles forzado por la presión de los mercados financieros
queda en evidencia el hundimiento del pacto neoperonista con que Gobierno y
sindicatos han conducido al país al borde de la bancarrota. Ahora, después de
unos recortes sociales provocados por dos años de irresponsabilidad
derrochadora, el Ejecutivo prepara una reforma laboral cuya necesidad negaba
hasta anteayer con tozudas proclamas, y las centrales sindicales se disponen a
organizar una huelga general a regañadientes. Ambos renuncios constituyen una
forma clamorosa de derrota que equivale para la izquierda a una purga de aceite
de ricino; su estrategia de déficit y proteccionismo se ha derrumbado con un
estrépito que no se puede silenciar con un simple cambio de rumbo. Los
causantes del descalabro no tienen autoridad moral ni política para convertirse
en su remedio.
En esta
tensión esquizofrénica que ha convertido al paladín de la socialdemocracia en
la mano de hierro del socialiberalismo queda por
resolver una cuestión de credibilidad democrática y hasta de perfil
psicológico. La pregunta que desnuda la contradicción crucial es qué diría el
Zapatero que defendía con denuedo los llamados derechos sociales del Zapatero
que se dispone a recortarlos a decretazo limpio. En apenas un mes, el
presidente que prometió que el poder no lo iba a cambiar se ha convertido en el
retrato político del gobernante que denostaba. El hombre que emerge de esta
transformación de identidad es un dirigente aferrado a sus ambiciones, con
principios tan elásticos como su conciencia, y aunque conserva el mando para
tomar decisiones está incapacitado para hacerlas comprensibles. Esa transición
tan radical no se puede efectuar sin costes, y el principal no es el desapego
electoral de unos votantes descontentos sino la manifiesta desaparición de
cualquier rasgo de lealtad consigo mismo.