RETORNO AL PUJOLISMO

Zapatero le ofrece el caramelo a Montilla, pero está mirando de reojo a Mas, que será el que se coma la golosina

Artículo de Ignacio Camacho  en “ABC” del 06 de julio de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Cuando emprendió su incontrolable juego de aprendiz de brujo con el Estatuto de Cataluña, Zapatero buscaba una alianza de poder que le permitiese asentar su ventaja electoral en Cataluña a costa de reformar de tapadillo una Constitución en la que no cree porque la considera una reliquia de un tiempo superado. En ésas sigue después de varios años de enredos cada vez más pertinaces, dispuesto ahora a lograr por la vía de las leyes orgánicas estatales lo que el Tribunal Constitucional le ha vetado hacer a través de una norma de rango autonómico aunque de corte confederalista. La pregunta que queda en el aire es si para ese viaje de ida y vuelta se necesitaban las cargantes alforjas de una reforma estatutaria, que ha complicado de manera sensible una cuestión tan delicada y antigua como el encaje catalán, que ya Ortega consideraba en 1932 imposible de solventar más que a través de una relativa «conllevancia».

La estrategia de concesiones competenciales continuas sin tocar el Estatuto de Sau la desarrolló con habilidad Jordi Pujol en sucesivos pactos con González primero y con Aznar después. Fue Zapatero el que, subido en su frívola carroza de irresponsabilidad, otorgó al proyecto delirante de Maragall unas alas que luego hubo de cortar de mala manera porque había propiciado una escalada soberanista que se le escapaba de las manos. Su intención era mantenerse en el poder a través de un pacto que asentase el tripartito en Cataluña y proporcionase al PSOE los escaños necesarios para consolidar una ventaja electoral decisiva. Pero la torpeza de Montilla, la incompetencia del Gobierno en la crisis económica y la sentencia del TC han reventado ese statu quo y propiciado una crecida del nacionalismo convergente al que también engañó ZP cuando se trajinó a Artur Mas en el pacto del tabaco. Mas se perfila al fin como nuevo presidente de la Generalitat y está al caer un nuevo chivo expiatorio: la cabeza de Montilla pende de un débil hilo que el Maquiavelo de León cortará en cuanto le convenga para volver a los acuerdos que satisfagan la reclamación nacionalista a cambio de apuntalar la precaria mayoría del PSOE hasta el final de la legislatura.

Eso es lo que hay detrás de la promesa presidencial de desarrollar mediante leyes orgánicas los aspectos del Estatuto revocados por el TC. Zapatero le ofrece el caramelo compensatorio al rebotado Montilla pero está mirando de reojo a Mas, que será el que se acabe comiendo la golosina. Sólo que Mas ya se dejó engañar una vez y como ahora no se fía mantiene la posibilidad de entenderse con Rajoy en la recámara. Al final, después de tantas vueltas, tantos experimentos y tantas traiciones, todo vuelve al principio: el egoísmo nacionalista en el eje de la estabilidad del Estado. Pero sin Pujol y con ZP, menuda diferencia.