CABALLO DE TROYA
El Estatuto es la obra
maestra de Zapatero, un monumento a la improvisación y la irresponsabilidad
Artículo
de Ignacio Camacho en “ABC”
del 16 de julio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
EL
Estatuto de Cataluña es la obra maestra de Zapatero, el epítome que compendia
como un prontuario su deslavazada forma de gobernar y su frívolo estilo
político. Un monumento a la improvisación, a la incoherencia y a la
irresponsabilidad; un resumen perfecto de su relativismo intelectual, de su
engañosa charlatanería, de su deslealtad constitucional y de su difuso concepto
de la nación española. También de su desmañada torpeza legislativa, de su tendencia
al apaño circunstancial y a la finta táctica, de ese incompetente manejo de las
técnicas de gobierno que no sólo crea problemas donde no los hay sino que
aumenta los nuevos con una maraña de rectificaciones y enredos. Convertido por
su ineptitud en un lío sin final previsible, el Estatuto condiciona la política
de alianzas, el modelo de Estado y quizá la duración real del mandato zapaterista.
Por
esa posición cenital que ocupa en su ya menguado proyecto, el presidente
mencionó la cuestión catalana como primera prioridad en el Debate sobre el
estado de la Nación —¿de qué nación?—, por delante de
la recesión económica y de la crisis financiera. Lógico: es lo que más le
preocupa, habida cuenta de que a punto de perder la hegemonía andaluza es en
Cataluña donde aún puede aspirar a una cierta ventaja electoral respecto al PP.
En realidad, todo el descalzaperros estatutario obedece desde el principio a un
mero cálculo tacticista de su diseño de poder, que se
le ha complicado por incapacidad para manejarlo con una mínima coherencia.
Ahora su principal afán consiste en recuperar credibilidad como privilegiado
cómplice del soberanismo, un rango que ha quedado en
solfa tras el alboroto de la sentencia; los nacionalistas se distancian de él
por estrategia electoralista y Montilla se le rebela con furia suicida en un
desaforado galope hacia el abismo. Para Zapatero, cuya política esencial
consiste en hacer todo lo posible, y al precio que sea, para que le quieran, no
hay peor drama que contemplar cómo le dejan de querer.
Para
evitarlo no le importa subvertir la legalidad que está obligado a defender y
respaldar; de hecho es lo que lleva seis años haciendo al propiciar una reforma
encubierta de la Constitución que ahora, fracasada la deriva estatutaria,
pretende llevar a cabo mediante leyes orgánicas. En cualquier otro hombre de
Estado habría resultado sangrante el lamento que dejó caer en la tribuna sobre
el recurso del Estatuto y su sentencia; lo que dijo significaba que hubiese
preferido que prevaleciese una ley inconstitucional. En él, sin embargo,
resulta de una naturalidad desalentadora; él mismo nos ha acostumbrado a verlo
como un deconstructor del sistema. Y las escasas
instituciones que aún permanecen sin desguazar parecen sombrías casandras tratando de advertir en vano contra el caballo de
Troya.