EL ENTIERRO DE LA POSMODERNIDAD

Se acabó la política líquida y juvenil del zapaterismo. El perfil del Gobierno se vuelve sesentón, grave y masculino

Artículo de Ignacio Camacho  en “ABC” del 21 de octubre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Zapatero se ha hecho postzapaterista y le ha entregado el futuro a un hombre del pasado, el último superviviente del tardofelipismo, el eslabón perdido de la vieja guardia. Igual que hace quince años, cuando González le confió las llaves del felipato para que amortiguara su declive, Rubalcaba ha recibido de otro presidente el encargo de frenar su imparable cuesta abajo y, llegado el caso, organizarle un funeral digno. No hay otro mejor para esa tarea: inteligente, sinuoso, estajanovista, manipulador, correoso, resbaladizo, poliédrico. Mitad Richelieu, mitad Fouché. Un profesional del poder, un maestro de la simulación, un experto en sombras, un conspirador nato que conoce como nadie las cañerías secretas del Estado. Y un pata negra del PSOE cuya legitimidad política garantiza el anclaje con la tradición del partido.

Situado al frente del cuadro de mandos, Rubalcaba deja de ser el vicepresidente de facto para convertirse en el co-presidente virtual y quizá en el albacea del zapaterismo. Su misión es detener la caída de la socialdemocracia, impedir o al menos atenuar la previsible derrota y, llegado el caso, pilotar la transición de un partido que Zapatero está a punto de llevar al barranco. El presidente, que ya había declinado su discurso proteccionista, renuncia ahora a sus últimas señas de identidad, las de la política líquida, posmoderna y juvenil, y se encomienda al pragmatismo de la generación que quiso jubilar hace una década y que probablemente sea la única capaz de sobrevivirle. Desaparecen los ministerios ingrávidos, los rostros femeninos, los gestos banales, el infantilismo adanista. Con Rubalcaba, Jáuregui y Marcelino Iglesias, el mensaje del Gobierno y del PSOE adopta un perfil maduro, grave y masculino, formulado por tipos casi sesentones y con toda la barba. Como Rajoy, a quien ante su crecida tratan de oponer un espejo de responsabilidad que devuelva confianza a un electorado asustado en plena crisis por las frivolidades zapateristas.

El ascenso del ministro del Interior tiene que ver también con la última apuesta de Zapatero, que fue también la primera: el fin de ETA. La pacificación del País Vasco es la obsesión terminal del presidente, bien como legado político o como baza electoral que podría rentabilizar el nuevo valido. La oscuridad del reciente pacto con el PNV sugiere posibles cláusulas secretas para hacerle al PP una envolvente a tres bandas, en la que Rubalcaba será el encargado de manejar los hilos. Sabe componer gestos exactos, interpretar roles complejos y mover a su conveniencia la maquinaria del poder sin pillarse los dedos en el engranaje. Controla bien los medios, administra con pericia las filtraciones, dispone de información reservada y es mal adversario en un debate. Un genio tenebroso, que diría Zweig, capaz de enterrar el zapaterismo aparentando que trata de resucitarlo.