NO
CORRÁIS QUE ES PEOR
En una situación similar de colapso se largó Adolfo Suárez; a Rubalcaba se
le está poniendo cara de Calvo Sotelo
Artículo de Ignacio Camacho
en “ABC”
del 19 de noviembre de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Cuando el adalid del optimismo antropológico va al
Parlamento a advertir que la situación económica va entre mal y muy mal sólo
puede suceder que realmente esté aún peor y trate de prepararnos para la
inminencia de una catástrofe. El presidente del Gobierno parecía ayer Adriano Celentano con su vieja salmodia de canción protesta: «La situazione económica no é buona,
la situazione política non é buona,
la situazione internazionale
non é buona, la mia situazione non é buona». El tipo
que negaba la crisis ha pasado a confesarse desbordado por ella; se ha saltado
la fase pesimista para instalarse directamente en el victimismo. Y todo ello el
día en que el «Financial Times», la Biblia de los
mercados y de los especuladores, pronosticaba para el primer trimestre de 2011
el macrorrescate de España, una hecatombe financiera
cuya escala dará al traste con el euro tras llevarse por delante los pocos
dineros que nos queden en caja.
Lo lógico habría sido que después de una confesión tan
tenebrosa Zapatero se hubiese hecho el harakiripolítico
sin solución de continuidad, abdicando en la misma tribuna desde la que vertió
su alarmante testimonio de impotencia. En una situación similar se largó Adolfo
Suárez, convencido por sí mismo o en compañía de otros de que su permanencia en
el poder era un problema. Parece urgente encontrar, dentro o fuera del PSOE, a
alguien que al menos le oponga a la crisis un cierto ímpetu de resistencia. A
Rubalcaba se le está poniendo cara de Calvo Sotelo,
pero el presidente aún cree que la machadiana clepsidra de su mandato no ha
volcado la última gota; pretende aguantar al menos hasta las municipales aunque
sea bajo el protectorado europeo, que tal vez no desee unas elecciones
anticipadas para que no incrementar la zozobra. Los bancos están desesperados
porque nadie les presta un euro ahí fuera, y las empresas porque nadie se lo
presta dentro. El Ayuntamiento de la capital del Estado amenaza con declararse
en bancarrota —en realidad ya está en quiebra técnica— y la gente teme
encontrarse cualquier día un corralito en la puerta de la caja de ahorros más
próxima. En estas condiciones lo único que al Gobierno se le ocurre es pintar
sin moverse del sitio una tormenta oscura e inminente como la de «La tempestad»
de Giorgione; se ha convertido al realismo cuando ya
no hay escapatoria. Nos están haciendo el cuerpo para que no nos sorprenda el
anuncio de un desastre.
En realidad, el desastre ya ha ocurrido: consiste en
que mientras el país se despeña la dirigencia política sólo piensa en términos
electorales. Ese déficit de patriotismo y de generosidad es aún más grave que
el presupuestario y es el que va a acabar costándonos la ruina, pero sólo saben
decirnos que correr es peor. Es la advertencia que precede al sálvese quien
pueda; el problema está en que la mayoría no podemos.