UN PROGRAMA DE REGENERACIÓN

España ha retrocedido más de una década en términos de valor-país por la degradación del sistema público

Artículo de Ignacio Camacho  en “ABC” del 23 de noviembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Si Zapatero quiere reunirse con los principales empresarios del país para algo más que hacerse una foto que avale su maltrecho crédito puede empezar leyendo el informe que la Fundación Everis acaba de evacuar sobre los males que afligen a la patria. Si no lo tiene aún debería pedirle una copia a Eduardo Serra, que se la enviará de mil amores, o a la Zarzuela, que tiene la suya desde el martes pasado. En ese documento la cúpula productiva de la nación —el 90 por ciento del Ibex, 61 altos directivos de empresa en vez de los 25 que pretende llamar Moncloa— emite su demoledor diagnóstico sobre la deriva política que ha empobrecido a España haciéndola retroceder no cuatro años, como el presidente sostiene en su incurable optimismo, sino más de una década en términos de valor-país como media de indicativos de bienestar acumulado. No le va a gustar; se trata de un alegato tenebroso que en buena medida supone un espejo de sus principales errores y de los de una clase política ensimismada en el interior de su burbuja de esclerosis. Pero sería un comienzo para demostrar si su voluntad de regeneración va más allá de la cosmética electoralista.

Lo que propone ese heterogéneo y plural grupo de personas sensatas y expertas en la economía real es un programa de saneamiento social y político que pasa por la refundación de hecho de nuestro degradado sistema. Cualificar la menoscabada nomenclatura pública mediante la selección de méritos de sus miembros; reajustar el modelo autonómico y su insostenible tren de gasto; reforzar la separación de poderes para devolver la imprescindible seguridad jurídica; formular pactos estables sobre asuntos estratégicos como la educación o la energía. En suma, todo lo que no se ha hecho o se ha dejado de hacer en los últimos años, pongamos los últimos diez para no descargar toda la responsabilidad sobre este Gobierno aunque sea a él al que corresponde la mayor parte de esta concienzuda desarticulación de la solvencia del Estado.

Por supuesto que es demasiada tarea para un presidente en fase terminal, y quizá también para su bostezante alternativa. Pero o se empieza pronto a reformular nuestro modelo de gobernanza o la involución socioeconómica se convertirá en irreversible como consecuencia del deterioro de la función política y de la gestión administrativa. Estamos ante un desafío estructural de gran escala, un compromiso regenerativo del que depende al cabo la competitividad de la marca España en un momento en que, tras el rescate de Irlanda, los mercados financieros miran hacia nuestro país con enorme desconfianza. Eso es lo que preocupa de veras a los grandes empresarios y lo que dicen cuando se les pregunta a tumba abierta y con garantía de anonimato. Que se lo digan a la cara a Zapatero, con contratos y favores pendientes, es otra historia, tan improbable como que éste se muestre dispuesto a escucharlos.