EL TRAJE GASTADO

El Gobierno ha puesto en tensión los límites de las garantías con la cuestionable declaración del estado de alarma

Artículo de Ignacio Camacho  en “ABC” del 06 de diciembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Para celebrar el Día de la Constitución, el Gobierno ha puesto en tensión los límites de las garantías con la cuestionable declaración del estado de alarma ante un conflicto laboral. Es lo que el zapaterismo lleva haciendo casi siete años: forzar la Carta hasta reventarle las costuras y acelerar su desgaste como si fuera un traje estrecho. El presidente ha ofrecido siempre la sensación de sentirse incómodo en el marco constitucional, y al no tener mayoría ni encontrar consenso para reformarlo ha optado por situarse en márgenes fronterizos hasta bordear el fuera de juego. La erosión de la modernidad ha precipitado el envejecimiento de la norma dejando al aire insuficiencias y vacíos, pero su vigencia habría aguantado mejor sin la tensión a la que la ha sometido la continua fricción con la ingeniería aventurerista de Zapatero.

Aunque a día de hoy la Constitución parece susceptible de reforma, pulido y amejoramiento, todavía es capaz de sostener la convivencia nacional con un alto grado de integración y ha alcanzado con razonable eficiencia una longevidad inédita en la triste historia de las libertades en España. Prueba de ello es que aún no se ha alcanzado un nivel de acuerdo político ni social superior al que logró alumbrarla, y ése es precisamente el requisito imprescindible de cualquier modificación futura. En un momento en que ni siquiera es posible un pacto para estabilizar la economía, pensar en una reformulación constituyente representa una quimera voluntarista. No existe generosidad en la vida pública ni queda un átomo de aquel patriotismo tolerante y conciliatorio que hizo posible la refundación democrática. De la crispada y sectaria atmósfera actual sólo podría salir un invento bastante peor que el vigente.

Sin embargo, la imprescindible regeneración que exige una España en grave crisis de atrofia y deterioro aconseja empezar a plantearse la actualización de las bases legales que impulsen un nuevo despegue. Más pronto que tarde habrá que revisar a fondo un modelo territorial que ha hecho crisis, reordenar las funciones del Estado, analizar el fracaso de algunas instituciones y acaso reinventar el sistema electoral. A medio plazo va a ser necesario un pacto de Estado capaz de definir nuevas reglas válidas para otras cuantas décadas, y conviene que las fuerzas hegemónicas piensen en ello cuando aborden sus programas electorales si pretenden alcanzar una cierta altura de miras a la medida de sus responsabilidades.

Entretanto, bastaría con que Zapatero deje de estirar las junturas de la Carta para arreglarse a su antojo a base de reventarle los márgenes; justo en vísperas de la efemérides de hoy ha utilizado el estado de alarma con una ligereza como mínimo discutible. Y por si no fuese suficiente ha solventado la crisis de los controladores con una invención extraconstitucional de facto: la copresidencia del Gobierno.