SER ALEMANIA

Es cierto que España no es Grecia, ni Irlanda, ni Portugal. Pero sobre todo lo que no somos es Alemania

Artículo de Ignacio Camacho  en “ABC” del 14 de enero de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

EL mantra defensivo contra la debilidad económica española que el Gobierno ha canturreado durante los últimos meses —no somos Grecia, no somos Irlanda, no somos Portugal— ya tiene un estribillo antónimo. Lo que no somos es Alemania. No somos un país capaz de crecer por encima del tres por ciento cuando nosotros mantenemos crecimiento negativo (eufemismo piadoso: eso es decrecer). No somos una nación federal capaz de reconducir el peso de sus poderes territoriales. No tenemos una clase dirigente dispuesta a formar un gobierno de coalición de partidos mayoritarios para abordar reformas de interés público. No tenemos un siete por ciento de paro, y bajando. No compramos deuda sino que la vendemos. Y no lideramos nada en Europa salvo las estadísticas de desempleo. No, definitivamente, no somos Alemania.

Y no nos vendría mal ser un poco alemanesen este tiempo incierto. Adoptar algo del rigor político y la determinación moral con que la sociedad germana ha afrontado la crisis para salir de ella antes que los demás. Imbuirnos de esa tradición un poco luterana de disciplina colectiva y respeto al trabajo. Ser más eficaces, más dinámicos, más austeros y menos diletantes. Si los nacionalistas catalanes quieren parecerse a Quebec y los vascos a Suiza (salvo los etarras, que apuntan más al modelo albanés o al cubano), el conjunto de los españoles deberíamos tratar de asimilarnos a Alemania. Que por cierto tiene una estructura federal sin que el Estado pierda por ello su fortaleza ni diluya su cohesión como ha sucedido aquí con las autonomías. Alemania ha hecho los deberes que nosotros no hemos sabido ni plantear, entre otras cosas porque mientras allí se aprestaban a hacer frente a la recesión aquí pasamos dos años discutiéndola y negándola. Ahora es un país capaz de absorber parte del empleo que nos falta; quizá pronto veamos más españoles emigrando de nuevo a Francfort o Colonia, pero ya no serán obreros sin cualificar sino graduados universitarios.

Sí, los alemanes son muy aburridos y muy cabezas cuadradas y tal. Pero ese carácter les ha permitido sacudirse las miasmas y adoptar con firmeza las medidas que les sacaran del atolladero en el que los españoles andamos metidos con toda nuestra finura de criterio y nuestro sentido vitalista. Y ahora dependemos de ellos y de que decidan dedicar parte de su esfuerzo a estabilizarnos para que no nos llevemos por delante la unidad monetaria. Dependemos de que quieran ser solidarios cuando muchos de ellos empiezan a sentir la tentación de no serlo y añoran sus marcos fuertes frente al euro que estamos debilitando con nuestra divertida incompetencia. Y de que la «fracasada» Angela Merkel —que no ha olvidado el agravio— no sienta la tentación de pasarnos muy germánicamente la factura.