LO IRREVERSIBLE

 

 Artículo de Ignacio Camacho  en “ABC” del 12.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

Muchos catalanes, puede que una mayoría de ellos, piensan que son una nación, pero la Constitución dice que en España no hay más nación que la española. Por tanto, si en una ley española -el Estatuto de Cataluña lo es- se hace constar que Cataluña es una nación, lo que va a ocurrir es que la voluntad de los catalanes se sobrepondrá a la de los (demás) españoles expresada de forma mayoritaria en la Constitución vigente. Esto es así y no de otra manera, ya se admita el concepto de nación catalana en el preámbulo del Estatuto, en el articulado general, en sus disposiciones adicionales o en una nota a pie de página.

La validez jurídica del preámbulo de una ley es asunto para constitucionalistas y otros expertos, pero políticamente lo que pretende el Partido Socialista es ceder la voluntad nacional ante una reivindicación excluyente y soberanista. Y hacerlo con la boca pequeña, mediante un subterfugio que no viene sino a poner de manifiesto la mala conciencia de quienes saben que a los españoles se les atraganta la idea de reconocer a Cataluña como una nación sin Estado. Sin Estado de momento, porque a partir de que se reconozca de modo simbólico no habrá más que esperar la siguiente oleada reivindicativa del nacionalismo.

Desde el instante en que se deje escrito en alguna parte, negro sobre blanco, que Cataluña es una nación, ocurrirán con toda probabilidad dos cosas. Una, que el País Vasco, Galicia y quién sabe más pedirán lo mismo y a ver con qué argumentos se lo niega el Gobierno, que además está por ver que se lo quiera negar. Y dos, que en algún momento, más adelante, alguien volverá a pedir que se trace otra raya, y que las comunidades reconocidas como nación tengan más privilegios que las otras, o simplemente pasen a un estatus diferente, pongamos que de corte confederado. Que de hecho es lo que pide abiertamente el tripartito catalán, con Maragall hablando sin tapujos de una doble velocidad constitucional.

El verdadero peligro de este asunto es que, si ocurre, será irreversible. No tiene vuelta. Ningún Gobierno español, por mucha mayoría que alcance, será capaz de afrontar en un futuro el desafío de dar marcha atrás y negarle a Cataluña un rango de nación aprobado por ley orgánica en las Cortes Españolas. Lo que se otorgue ahora, otorgado quedará, y eso lo saben perfectamente los nacionalistas y lo sabe Rodríguez Zapatero, que a estas alturas, encuestas en mano, ya se habrá convencido de que no se trata exactamente de una mera discusión terminológica o semántica. Y si no se ha dado cuenta es para echarse a temblar.

Porque, con preámbulo o sin preámbulo, de lo que estamos hablando es de aceptar o no aceptar que Cataluña es una nación distinta a la nación española, aunque se integre circunstancialmente en ella. A ver si ése es un concepto «discutido y discutible». Y, sobre todo, a ver si ésa es una decisión que se pueda tomar con mayoría del 60 por ciento.