GABINETE PROVISIONAL

Zapatero ya no tiene en sus manos la decisión de agotar la legislatura. Su voluntad queda a expensas del candidato

 Artículo de Ignacio Camacho  en “ABC” del 12 de julio de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

SI la remodelación del Gobierno tenía un mensaje que descifrar, su resolución ha dejado claro que estamos ante un Gabinete provisional retocado a la espera de la convocatoria de elecciones, y con el mando a distancia en manos del dimitido Rubalcaba. Zapatero era presidente interino desde el momento en que anunció su retirada, pero ahora lo es también en la medida en que ya no tiene en sus manos la decisión de agotar la legislatura. Su voluntad de cumplir los plazos queda a expensas de los intereses del candidato.

En realidad, le ocurre algo peor: su permanencia en el poder estorba a Rubalcaba, que debe cohabitar con ella como un lastre obligatorio. La gestión del presidente va a quedar bloqueada por las necesidades electorales, sometida al visto bueno de un aspirante que no puede arriesgarse a medidas impopulares propias de las circunstancias económicas y financieras. En esas condiciones su continuidad carece de sentido, puesto que no puede gobernar. La lógica de la responsabilidad debería conducir a la disolución de las Cámaras y el llamamiento a las urnas en otoño, pero Zapatero ya no es siquiera el dueño de los plazos y debe someterse a los planes de su heredero. Si Rubalcaba necesita tiempo lo tendrá a costa de un bloqueo institucional alarmante, y si le conviene adelantar las elecciones será él quien elija el momento. Su salida del Gobierno es un gesto cosmético de alejamiento formal en el que se reserva la capacidad de veto y una influencia determinante en la propia agenda oficial. Resulta significativo que su vicepresidencia de coordinación quede sin cubrir; la va a seguir ejerciendo desde fuera, a través de Ramón Jáuregui y con Blanco como portavoz de sus estrategias.

En términos objetivos la situación es de colapso del Estado, cuyos intereses quedan sometidos a la planificación electoral del Partido Socialista en un momento crítico de fase aguda: ayer se batió un récord de la prima de riesgo de la deuda y el horizonte financiero europeo se está complicando de manera inquietante. España se enfrenta a unos meses de extrema delicadeza con un Gobierno maniatado y un presidente degradado a figura decorativa que parece haber entregado sin resistencia todas sus potestades. La autoridad moral la había perdido hace tiempo; ahora ha renunciado también a la soberanía personal.

En circunstancias normales siempre sería preferible que Rubalcaba estuviese al mando; tiene más sentido, sensatez y cuajo que ZP. Pero ahora es sólo un candidato enfrascado en sus propias expectativas. Su única prioridad es levantar a un moribundo que no es el país sino su partido. La única salida posible de esta agonía son unas elecciones anticipadas que generen al ganador una nueva legitimidad y eviten que España se desangre por la herida de este desastroso vacío de poder.