LA "FRAGUIZACIÓN" DEL PSOE

 

Artículo de Ignacio Camacho en "ABC" del 17-1-12

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

La clave del poder es el centro, el voto moderado. Fraga no lo alcanzó nunca y el PSOE ha perdido por huir de él

 

 

Felipe González se sentía cómodo con Fraga en la oposición por dos razones bien claras. La primera porque su intenso sentido patriótico garantizaba —salvo en el controvertido referéndum de la OTAN— consensos de Estado. Y la segunda porque su rotundo conservadurismo y su talante impetuoso, a menudo colérico o exaltado, impedían cualquier posibilidad de ampliar su proyecto de derecha democrática con los votos moderados que en España suelen decidir las elecciones. El felipismo no empezó a preocuparse de su hegemonía hasta que el corajudo león gallego entendió su propia limitación y resignó el liderazgo en un Aznar capaz de reconvertir la vetusta Alianza Popular en un moderno partido atrapalotodo. Aquel «viaje al centro» fue lento y difícil, y motivó uno de los chistes más venenosos de Alfonso Guerra —«¿de dónde vendrán que tardan tanto?»—, pero acabó su trayecto con el éxito incontestable de una nueva mayoría social.

 

La conquista del centro, imposible para Fraga, ha sido la clave histórica de la democracia desde la Transición hasta Zapatero. El anterior presidente cambió la dinámica política dominante para volcarse en aglutinar la izquierda con los nacionalismos radicales. Su estrategia fue el frentismo; volar los puentes, minar los territorios intermedios, dividir España en dos mitades y empujar a la derecha hacia una cierta radicalidad. Lo logró en parte pero en ninguna de sus dos victorias pudo conformar una mayoría absoluta porque el electorado templado no le acababa de seguir. Cuando la crisis le aventó los votos más izquierdistas dejó al PSOE desamparado sin el respaldo de las clases medias urbanas. No es que perdiese el centro sino que había huido de él; lo abandonó para un adversario que a esas alturas ya había recuperado la brújula.

 

Para volver a convertirse en una alternativa de poder, el Partido Socialista necesita reorientarse hacia ese centrismo perdido, pero sus análisis de la derrota parecen apuntar en dirección contraria. Si los aspirantes a la sucesión del liderazgo zapaterista miran de nuevo sólo hacia la izquierda se pueden quedar tan cortos como Fraga con su derecha reciclada del franquismo. Hasta que el PSOE no pueda robarle votos al PP no conseguirá cuajar un modelo mayoritario, y para eso tiene que desprenderse de ciertos dogmatismos y prejuicios ideológicos. Su recuperación no pasa tanto por los guiños a los indignados y a los radicales sino por volver a captar la confianza de una mesocracia amenazada por la recesión y la quiebra. Ése fue el éxito de González: imponerse a base de pragmatismo. Fraga, con toda su huracanada pujanza, no pudo nunca desplazarlo del eje político porque a su inmenso talento desparramado le faltaba capacidad integradora. La que Aznar demostró hasta que se encerró en su iluminada soberbia, y la que ha cimentado la victoria histórica de Rajoy, un gallego muy suyo y muy poco fraguista.