LA ENCERRONA 

 

 Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 09.06.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

«Nunca hagas lo que tus enemigos esperan», le decía Al Pacino a Andy García en «El Padrino III», cuando el impulsivo heredero de la famiglia proponía una vendetta inmediata tras el ataque de una banda rival. He aquí una máxima estratégica esencial para esos momentos críticos en que no se controla la iniciativa; lo primero que conviene es intuir las intenciones del adversario.

Resulta fácil aplaudir o criticar desde fuera a Rajoy por su decisión de romper con el Gobierno por su acercamiento a Batasuna-ETA, pero los efectos de esa decisión crucial los va a afrontar en solitario el líder del PP, colocado en una tesitura trascendental para el futuro de la derecha española. Aunque Zapatero se haya embarcado en una deriva indigna que de algún modo absuelve moralmente a los asesinos de su terrible culpa histórica, quizá la cuestión clave consista en adivinar si la ruptura era exactamente la réplica que deseaba el presidente para envolver su apuesta en una estrategia de aislamiento de la única alternativa posible.

Zapatero está convencido de que va a sacar adelante su plan, de que el final del proceso está blindado de contingencias, y no parece inclinado a compartir el objetivo más que con sus propios aliados. Su principal problema es convencer a los ciudadanos de que el fin justifica los medios, esto es, del precio a pagar por el cese de la violencia. Como teme que fragüe en la opinión pública un hondo sentimiento de ignominia, trata de presentar a la oposición como un irreductible bastión de intransigencia y envidia que no desea el éxito del Gobierno por intereses electorales.

Y ahí es donde hay que calibrar si el movimiento de Rajoy encaja en las previsiones de sus adversarios. La palabra «ruptura» satisface a los más radicales, a los entusiastas del choque de trenes y a los fanáticos, pero provoca en los decisivos votantes moderados un crujido de zozobra y desasosiego fáciles de manipular por un poder experto en las técnicas de propaganda. Tan experto que está logrando eludir las consecuencias del incumplimiento de su propia palabra. Un aspecto éste, el del engaño manifiesto, la mentira persistente y la traición gubernamental al compromiso adquirido, en el que el PP no insiste con la necesaria eficacia.

El papel de Rajoy es sumamente delicado, porque Zapatero le engaña, le chulea, le provoca con situaciones límite buscando que se enroque para presentarlo como un resentido adalid del fracaso. El PP está en medio de una encerrona sibilina cuya iniciativa no puede controlar, y no se va a salir de ella a tirones ni cabezazos, sino con maña y ajuste fino. Cuenta con la fuerza moral de las víctimas -su voz inobjetable volverá a oírse mañana en Madrid- y un peso social que lo hace necesario, pero necesita hacer ver que no se opone a un desenlace feliz, sino a una renuncia indecorosa. En democracia no basta con tener razón objetiva: hay que lograr que esa razón sintonice con la percepción de una mayoría que no sólo no sale en los periódicos, sino que ni siquiera los lee.