RESIDUAL, PERO PAGANO

 

 Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 12.09.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

No hay más que comparar la satisfecha autocomplacencia de la Diada de ayer con la escalada reivindicativa de la del año pasado para darse cuenta de que el nacionalismo catalán se ha llevado lo que quería. Que no es poco; además del rango de nación, de las competencias exclusivas y blindadas, de la bilateralidad institucional y de la jibarización del Estado, se lleva un aumento del 40 por 100 en las inversiones de 2007, entre ellas el 100 por 100 del incremento de los recursos para infraestructuras. Una pasta. Menos mal que el Estado es ya en Cataluña, según Maragall, un mero residuo administrativo; si llega a ser algo más sólido, igual le sacan el 200 por 100. Así estaba ayer la clase política del Estatuto, sacando pecho tan contenta y sonriente; al final, el nacionalismo consiste en pellizcarle la bolsa a ese Estado derretido, que a la hora de pagar conviene que se mantenga lo más intacto posible.

La «cuestión catalana» parece, pues, encarrilada: lo suyo es suyo, y lo de los demás, a medias. España ha comprendido al fin que su prioridad esencial consiste en rescatar a Cataluña de su secular atraso, invirtiendo lo necesario para superar su marginación histórica. Que espere, si es menester, el AVE de Málaga, de Valladolid y de Valencia. Que esperen las carreteras manchegas, las rondas madrileñas, el Metro sevillano. Que esperen los regadíos de Murcia y Aragón, las desaladoras de Levante, las escuelas extremeñas y los cortafuegos de Galicia. Que esperen hasta que la Cataluña «triomfant» torne a ser rica y plena, como dice el himno de «Els segadors».

Con este reparto tan equitativo, fruto de la entrada en vigor de un Estatuto que garantiza a Cataluña casi el 19 por 100 de la inversión estructural del Estado, el nacionalismo -con el apoyo entusiasta de un partido nominalmente socialista- ha consagrado una peculiar rebelión de los ricos contra los pobres. Puro efecto Mateo, que dicen los expertos de la sociedad dual: al que más tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo poco que tiene se le quitará. Como no hay mucho que repartir, el criterio está muy claro. Primero, Cataluña, después Cataluña, y después el resto. Si hay margen para crecer, ese margen va entero para Cataluña. Si alguien no entendió en su momento qué significaba eso de reconocerla como una nación, que eche un vistazo a los Presupuestos Generales de 2007 para hacerse una idea.

Está muy clarito: ser una nación significa llevarse el manso. Ponerse el primero en la cola de los privilegios y el último en la de las obligaciones. El Estado se difumina en su presencia institucional, pero permanece incólume a la hora de hacerse cargo de las facturas. Va a tener razón la vicepresidenta De la Vega cuando sostiene, en contra de Maragall, que el Estado no es residual en Cataluña. Con lo le queda para distribuir, donde va a convertirse en residual es en el resto de España.