LA PISTOLA DEL CARPINTERO 

 

 Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 05.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Hay una autonomía en el País Vasco que gestiona nueve de cada diez euros del Estado en esa comunidad. Hay un Parlamento vasco elegido de manera democrática por los ciudadanos, del que incluso forma parte un partido-chalupa fletado bajo bandera de conveniencia por Batasuna. Hay un Tribunal de Justicia vasco, un Defensor del Pueblo vasco, una Hacienda Foral vasca, una enseñanza vasca, unas televisiones públicas vascas, una Policía vasca. Hay un concierto económico que exime al País Vasco de contribuir a la cohesión financiera española. Hay, en suma, un poder vasco con competencias próximas a las de un Estado federal. Pero todo ese enorme aparato político no tiene, por lo visto, legitimidad para discutir sobre el conflicto -léase terrorismo- vasco. Hace falta una Mesa. Una mesa sin respaldo electo en la que los partidos -los legales y la ilegal Batasuna- se arroguen la potestad de decidir el marco político según el guión de ETA. Una mesa sin legitimidad democrática a la que los Gobiernos legítimos del País Vasco y de España van a conceder la potestad de tomar las decisiones políticas del «proceso de paz». Al margen de las instituciones que, sin embargo, están dispuestas a someterse a su criterio.

Al aceptar esa Mesa de inminente constitución, el Gobierno se dispone a cumplir una de las principales exigencias de ETA, que siempre han impugnado las instituciones democráticas. Ya es llamativo que el propio poder autonómico vasco se deslegitime a sí mismo de esa manera, aunque eso forma parte del contradictorio esquema de un nacionalismo que, en el fondo, comparte los objetivos de la autodeterminación y la independencia. Pero el Gobierno de España no puede moralmente aceptar el marco político propuesto por los terroristas orillando el principio de soberanía. No puede sin traicionar su propia esencia de institución representativa surgida de leyes y mecanismos democráticos, y sujeta a ellos.

Y, sin embargo, eso va a ocurrir. Los carpinteros de esa Mesa ilegal e ilegítima están dando los últimos toques de barnizado para ponerla en el centro de la escena. Ocurre que hay truco. Mientras unos la construyen con herramientas de ferretería política, otros han clavado las puntillas con las culatas de sus pistolas. Amartilladas.

El último zutabe de ETA habla ya abiertamente de volver a atentar si continúa el bloqueo del «proceso». La crecida del terror callejero señala la dirección de esa voluntad coactiva. Y el Gobierno, tras meses de vacilación, ha decidido ceder, apelando a esa «creatividad» de la que hablaron el martes Zapatero y Blair. Un Blair que fue muy creativo y pragmático en Irlanda, pero que mantuvo siempre la tesis esencial de que era el Estado el que fijaba las condiciones del proceso.

Zapatero, por contra, parece haber aceptado el papel de un auxiliar de carpintería, aplicado a construir, bajo el proyecto de ETA, una mesa fantasma con la madera desguazada del Estado de Derecho.