EL EMBUDO

 

 Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 16.03.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

A un preso común de Sevilla le han retirado el tercer grado de que gozaba por irse de la lengua sobre la vida carcelaria de Farruquito. Por el momento no consta que el recluso tenga previsto declararse en huelga de hambre para pedir que le traten como a un terrorista. Si lo hiciese, es poco probable que tuviera éxito; para obtener ciertos privilegios en España es menester liquidar primero a dos docenas de ciudadanos. Con ese currículum, puedes hablar con la prensa extranjera y posar de mártir en la portada, que si no tienes tercer grado, te lo concede graciosamente el Gobierno. Pero si eres un presidiario del montón y se te ocurre largar de Farruquito en un programa rosa, estás listo: un celoso juez de vigilancia penitenciaria te mandará de regreso al trullo, por hacer mal uso de la libertad tutelada. Esto es lo que hay.

Bueno, no, hay más cosas. Hay manga ancha con los dirigentes de Batasuna, un partido ilegal que hace ya abiertamente propaganda preelectoral en el País Vasco y Navarra, mientras desde dependencias del Gobierno autonómico catalán se convocan por correo electrónico caceroladas contra el partido de la oposición, representante legítimo de diez millones de ciudadanos. Hay un rigor meticuloso contra la campaña publicitaria de unos diseñadores de moda, forzados a dejar de anunciarse por incitar supuestos instintos de dominación machista, mientras un sedicente artista extremeño recibe una subvención por un montaje blasfemo que, entre otras delicadezas, presenta a Jesucristo como un pederasta. Hay una joven detenida y esposada en su colegio, en plena clase y delante de alumnos y profesores, por hallarse implicada en la trama de corrupción de Marbella, mientras un antiguo secretario de Estado condenado por secuestro y apropiación de fondos públicos presenta libros exculpatorios acompañado de un ex presidente del Gobierno. Hay una intensa, asfixiante sensación de doble moral, de raseros desiguales, de acepción diferente de los derechos y los deberes según se esté a un lado o al otro del poder y de sus preferencias.

Hay un enorme embudo nacional en cuya parte ancha se ha situado el Gobierno con sus aliados circunstanciales y su trama de intereses políticos de corto plazo. Hay un clima desconcertante de tolerancia con el conglomerado filoterrorista que contrasta con la dureza de ciertas exhibiciones de autoridad. Hay una intervención caprichosa y arbitraria en determinados ámbitos de la justicia y la Administración que siempre favorecen la conveniencia del poder. Hay una suerte de demonización de la discrepancia y un acusado instinto de hostigamiento del adversario. Y hay un profundo sentimiento de marginalidad por parte de un numeroso segmento de población que, pese a cumplir con escrupulosa atención las leyes y obligaciones cívicas, comienza a sentirse injustificadamente expulsada del ámbito de acción pública. Hay un riesgo palpable de fractura que, entre episodios de desconcierto y perplejidad, incuba el descontento ante una escena política errática y desequilibrada.