UNA COALICIÓN MORAL

 

 Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 23.05.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Decía el difunto Fernández Ordóñez que en estos tiempos la socialdemocracia moderada y el centrismo liberal apenas se diferencian en un par de décimas de inflación, y ya ni eso porque la política monetaria la dicta el Banco Central Europeo. Así que si Fernando Savater, o Rosa Díez, o Carlos Gorriarán, se sentasen a hablar seriamente de política con Mariano Rajoy, encontrarían sin duda muy pocos puntos sobre los que levantar un desacuerdo, y en todo caso muy tangenciales a las grandes cuestiones de la España actual, que son el hecho nacional frente a la diáspora centrífuga, la defensa del Estado contra los terroristas, la preservación de la dignidad de las víctimas y la puesta a salvo de los conceptos básicos de justicia y libertad. Todo eso es lo que está amenazado por la deriva demencial de un Gobierno sin brújula ni proyecto, y ante esa especie de emergencia colectiva palidece bastante una discrepancia sobre los porcentajes del IRPF o la legislación medioambiental. Aquí lo que está en juego es una nación de ciudadanos libres frente a una nación de territorios excluyentes.

Ocurre sin embargo que la izquierda intelectual española conserva un atávico prejuicio de recelo sobre la derecha política, y ésta a su vez permanece atada a ciertos lastres confesionales y acomplejados tics de autodefensa que impiden el imprescindible acercamiento entre los dos únicos sectores capaces de impulsar la regeneración de un proyecto colectivo de España. De ahí que, decididos a incrementar su compromiso participativo, los miembros de Basta Ya, los disidentes del zapaterismo y otros valientes espíritus críticos e independientes se inclinen por la tentación tercerista de una candidatura de interposición en vez de aunar sus fuerzas en la creación de un clima de unidad moral que actúe sobre la conciencia nacional como una suerte de coalición por la decencia o de comité de salud pública.

El guión de la aventura parece ser la tentadora experiencia de Ciudadanos de Cataluña, esperanzadora irrupción que bien pronto ha incubado en sus filas el decepcionante virus del fulanismo. La candidatura de Ciudadanos supo recoger la frustración de un sector urbano, informado y consciente, ante la parálisis dogmática de la política convencional, pero a la hora de la verdad no deja de ser un partido sin programa, carente de cohesión ideológica más allá de su oposición a la complicidad de un socialismo sin identidad con un nacionalismo ultraidentitario.

Este nuevo proyecto de tercera vía contiene el mismo ribete de ilusión rebelde frente al sectarismo, pero también el mismo riesgo de amalgama de oportunidad. En ese sentido, es un arma cargada con una sola bala, la de la frustración de muchos ciudadanos ante el apalancamiento de los grandes partidos en una dialéctica inmóvil. Si el PP tuviese un poco de versatilidad para deshacerse de ciertas rémoras que estorban su crecimiento y los disidentes de la izquierda oficial inoculasen pragmatismo a su rigidez ideológica, se podría producir una alianza de devastadora fertilidad regenerativa. La Historia sólo es como nos la merecemos cuando se escribe con grandeza de miras.