A MUCHA HONRA
Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 12.10.07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
Con un breve comentario al final:
DE ACUERDO, PERO ES MUCHO PEOR
Luis Bouza-Brey, 12-10-07
A los jóvenes de mi generación, que ahora frisamos el medio
siglo, nunca nos conmovieron demasiado el patriotismo ni las banderas. Nos
había vacunado el franquismo con su retórica de nostalgias imperiales, con su
matraca de la España grande y libre, que nosotros veíamos pequeña y cautiva,
encerrada en un oscurantismo mediocre y rancio que nos tapiaba las puertas de
una Europa luminosa y abierta acostumbrada a mirarnos por encima del hombro.
Pero todo eso cambió con la democracia y con el desarrollo, que no casualmente
vinieron el uno después de la otra, y nos empezamos a sentir cómodos en un país
capaz de concederse a sí mismo la oportunidad tantas veces negada por los
demonios de la Historia, en cuyo pesimismo moral habíamos mamado una educación
anclada en hondas decepciones intelectuales. Quizá no pueda decirse que nos
embargara el orgullo, pero al menos dejamos de sentir vergüenza.
Y así andábamos, más o menos contentos, sensatamente satisfechos
con nuestra autoestima colectiva, razonablemente integrados en un marco
normalizado de convivencia democrática, cuando de pronto se desató un desvarío
quejoso y victimista en el que gentes excitadas
comenzaron a reclamar privilegios de desigualdad en nombre de no se sabe qué
derechos históricos, y a apostrofarnos a los demás españoles como supuestos
represores de sus fantasmales delirios identitarios.
Amparadas en la pasiva inepcia de un Gobierno desorientado y torpe,
contemplativo o desidioso, cuando no cómplice, se han empeñado en crear
una crisis que compromete un proyecto de libertad tan sereno que ni siquiera
necesitábamos reivindicarlo.
Y entonces se nos ha despertado en la conciencia una vaga
cosquilla de orgullo, más cabal que fervoroso, más reactivo que nacionalista.
Yo jamás me he planteado guardar en mi casa una bandera, ni colgarla en un
balcón, ni pasearla por la calle, ni menos pelearme contra nadie a palos con su
mástil. Pero me cabreo si vienen unos fanáticos tribales agitando sus
excluyentes banderas, a las que yo no he ofendido, a pasármelas por la cara y a
esconder o quemar de paso la mía y la de mis conciudadanos. Y siento la
obligación de proclamar, sin alharaca ni tremendismo, que esa enseña impugnada,
escondida y ultrajada, no sólo simboliza un complejo acervo histórico y un
incuestionable hecho nacional, sino que representa la Constitución en torno a
la que desde hace tres décadas convivimos con relativa justicia y notable
libertad, y merece un respeto y un homenaje en nombre de quienes se sacrifican
por los valores que encarna y de los que en ella encuentran el amparo contra la
exclusión en su propia tierra. Que se llama España.
El patriotismo moderno no surge de una sacudida emocional sino de
una racional convicción democrática. No se proyecta contra nadie, ni es
menester sacar pecho ni sentirnos furiosamente españoles para saber que lo
somos con todas las consecuencias. Herederos de un pasado convulso de glorias y
fracasos, de vilezas y heroísmos, de horribles tragedias y espléndidas hazañas.
Pero, a día de hoy, ciudadanos de una nación libre, integradora y abierta hasta
para quienes pretenden liquidarla. Españoles, sí, y a mucha honra.
Breve comentario final:
DE ACUERDO, PERO ES MUCHO PEOR
Luis Bouza-Brey, 12-10-07
Llevo viviendo en Cataluña
treinta y siete años y toda mi infancia y adolescencia en Galicia, así que he
mamado desde siempre el problema de la identidad de España. Y estoy de acuerdo
con Camacho, con el que comparto las vivencias que expresa. Pero tengo un
sentimiento más intenso del peligro: no es sólo que "se
han empeñado en crear una crisis que compromete un proyecto de libertad tan
sereno que ni siquiera necesitábamos reivindicarlo." Es que la crisis ya está
desbocada, y el peligro de destrucción gratuita y estúpida del único proyecto
posible de convivencia en libertad en España es intenso, creciente y acelerante. Si el país no despierta y en las elecciones
próximas comienza a echar el freno, derrotando al PSOE y a Rodríguez Zapatero y
obligando a iniciar una dinámica nueva de cooperación entre los dos grandes
partidos nacionales, el derrumbe de la democracia española está próximo: el
Estado español se descompondrá en un caos inestable y el país se sumergerá en una situación de debilidad de la que será muy
difícil salir.
Mi profesión me lleva a
sondear día a día los medios y las personas, y me inquieta enormemente el
conjunto de pulsaciones de opinión que percibo en Cataluña: hasta los que
responden a mis críticas diciendo que no son nacionalistas están abducidos por
actitudes básicas nacionalistas frente a las cuales desenvuelven un discurso
inerme y vacilante. Y la conjura de los necios que está dirigiendo esta crisis
no encuentra una respuesta enérgica por parte de la población, que parece embobada
en el retraimiento y el miedo.
Fuera de las
nacionalidades se percibe la crisis de otra manera, como menos inminente, pero
les puedo asegurar que el peligro es real: estamos en una situación de
emergencia nacional, que quizá sólo veamos con claridad algunos que tenemos
conocimientos para distanciarnos del caos mental que nos rodea y en el que
estamos inmersos. Pero vemos venir todo el proceso de crisis, que ya está
diseñado por sus creadores y no tiene otra salida que el caos. Este caos será
mayor o menor en función de la respuesta que se le enfrente, pero vamos a pasar
momentos difíciles, mucho más que los actuales.
Uno no es alarmista, pero
tiene la triste experiencia de "verlas venir" y acertar. Así que aquí
les dejo mi testimonio: un testimonio de coincidencia con Camacho pero de
sensación más intensa del peligro.