LETANÍA DE INOCENTES

 

 

 Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 28.12.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Con una apostilla a pie de título:

 

ID=100-PD

 

Inocencia democrática igual a 100 menos perversión democrática. ¿Qué valor le damos a la perversión democrática? ¿50? Yo lo subiría a 65. ¿Cuándo llegará el R.I.P.?¿Ahora o dentro de dos años? Se lo habrán ganado a pulso.

 

 ¿Cuándo llegarán los procesos por traición? ¿Dentro de cuatro años, de diez o de cuarenta?

 

Luis Bouza-Brey, (28-12-07, 12:45)

 

 

Inocentes los que todavía hace un año, y aún después del atentado de Barajas, se empeñaron en creer que ETA había cambiado o que la podrían engañar. Inocentes, o quizá no tanto, los que además trataron de tomarnos por imbéciles a los ciudadanos pensando que también nos iban a engañar a nosotros. Inocentes los que ahora pretenden que la opinión pública se va a dejar trocar el gato de su sincera contrición por la liebre (o el conejo) de un cambio táctico de actitud antiterrorista. Inocentes, en fin, los que se dejaron envolver en el mantra nebuloso de la pazzzzzzzz para acabar en el naufragio de un nuevo, doloroso y sangriento desengaño.

Inocentes los que aún sueñan con la recomposición del consenso perdido, al pairo del llamamiento enérgico y casi desesperado del Rey. Inocentes los que se fían de la buena voluntad de los nacionalistas para darle estabilidad a una nación de la que no desean formar parte. Inocentes los que esperan que en el futuro se puedan recuperar para el Estado algunas de las competencias esenciales centrifugadas hacia las autonomías en los últimos cuatro años, o incluso antes. Inocentes los que sostienen -¿se lo creerán?- que lo que está pasando en Kosovo, Bélgica o Montenegro no va a tener influencia en el futuro clima político de España. Inocentes los que se agarran a la vaga esperanza de que la solidaridad interterritorial vaya a mantenerse cuando los nuevos estatutos se plasmen en un nuevo modelo de financiación comunitaria.

Inocentes los que no ven venir la desaceleración económica. Inocentes los que imaginan que van a seguir manteniendo su nivel de consumo. Inocentes los que se fían de las promesas electorales sobre fabulosos planes de viviendas o grandes infraestructuras que ni siquiera están proyectadas. Inocentes los que aguardan, como la Penélope de Serrat, un tren que nunca llegará en una estación que nadie va a construir.

Inocentes los que creyeron que los malos tratos domésticos desaparecerían o disminuirían con una ley de endurecimiento de penas. Inocentes los que aceptaron que las regularizaciones masivas de inmigrantes no iban a atraer a muchos cientos de miles más. Inocentes los que pensaron en la eficacia de las nuevas leyes educativas para instruir a la juventud y fortalecer la enseñanza. Inocentes los que se ilusionan con la ampulosa retórica de reformas sociales sin dinero ni interés para desarrollarlas.

Inocentes los que aún estiman que estos cuatro años de incuria han servido para algo. Inocentes, extremadamente inocentes, los que confían en alianzas de civilizaciones y otras teorías del apaciguamiento, los que dan por hecho que si nosotros cambiamos van a cambiar también los enemigos de nuestra libertad. Inocentes los que consideran que, por alarmantes que resulten los síntomas, nunca pasa nada. Inocentes, por último, los que todavía buscan en los periódicos del 28 de diciembre las tradicionales inocentadas, sin percatarse de que hace tiempo que la realidad ha superado de largo cualquier parámetro de imaginación, sorpresa, asombro o perplejidad.