«QUIEREN MÁS»

 

 Artículo de Jaime CAMPMANY  en  “ABC” del 09/05/05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

  

COMO soy adicto al «Diario de la noche» de Germán Yanke en Telemadrid, tuve ocasión de escuchar a Leopoldo Calvo-Sotelo explicar su teoría sobre los nacionalistas. Contó la anécdota en que alguien preguntaba qué querían unos huelguistas o unos manifestantes. «Quieren más», le respondieron. Bueno, pues los nacionalistas siempre quieren más. Naturalmente, más nacionalismo. No ya más libertades individuales, más prosperidad, más trabajo y mejor seguridad social, mejores servicios públicos, mejor distribución de la riqueza, sino sobre todo más nacionalismo.

Ya le había oído yo a Calvo-Sotelo en alguna otra ocasión este juicio suyo acerca de los partidos nacionalistas. Efectivamente, estos partidos están obligados a no conformarse jamás con el grado de autonomía y de autogobierno que hayan alcanzado. Tan pronto como se consideraran satisfechos, habría llegado el momento de disolverse. Si no aspiraran a nuevas conquistas nacionalistas, ¿con cuáles exigencias y vindicaciones podrían elaborar sus programas electorales? Un partido nacionalista que aspira a lo mismo que aspiran todos los demás partidos, deja de ser, obviamente, un partido nacionalista. O «quiere más», o cierra el chiringuito electoral.

Esta situación la estamos viviendo ahora en España. Los partidos nacionalistas han conseguido un nivel de autonomía y de autogobierno como no se conoce otro en Europa y seguramente en el mundo. Sólo hay que estudiar los estatutos de las Comunidades vasca y catalana, y compararlos con los que rigen en otros países, para tener la certidumbre de que hemos llegado a un punto de autonomía al que no ha llegado nadie. Pues los nacionalistas no se conforman. «Quieren más». Siempre querrán más. Padecen un apetito imposible de saciar. Los Estatutos autonómicos nacidos a raíz de la Constitución del 78 ya se les han quedado pequeños. Viejos, insuficientes, como dicen ellos.

No me refiero a un partido como Esquerra Republicana, pongo por ejemplo, que aspira claramente a la separación, a la independencia y a la república. Ya se sabe que eso es romper con la Constitución, con la Historia, con la unidad de España y con la forma de gobierno. O sea, pedir la Luna, y si la alcanzan, que la cojan. Me refiero a los partidos que aspiran a situaciones intermedias, pero cada vez más cercanas a la secesión. Se trata de aspiraciones separatistas disfrazadas de «pactos con la Corona», «soberanía compartida», «autodeterminación», «pueblo soberano en cada territorio» y otras fórmulas semejantes.

Todo eso son jalones en un camino que sólo termina con la independencia absoluta, completa, perfecta. Conseguido un jalón de esos, el partido nacionalista tiene que aspirar al siguiente, porque o «quiere más» o en la realidad desaparece como tal partido nacionalista. Y en España, aprobados el Estatuto de Cataluña y el Estatuto de Guernica, han perdido su razón de ser los partidos nacionalistas dentro de la democracia y de la monarquía constitucional. Todo lo que sea «querer más» supone quebrar las reglas de juego y romper la paz social.