EL SOCIALISMO, ROTO

 

 Artículo de Jaime CAMPMANY  en “ABC” del 04.06.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

NO. Todavía no ha quedado roto el socialismo en las manos de Zapatero, pero presenta grietas y se muestra resquebrajado. No se puede decir que sea éste un fenómeno sorprendente ni ilógico. Desde el resultado electoral del 14-Marzo, que no dio mayoría absoluta al PSOE, la necesidad de buscar una mayoría parlamentaria que permitiera gobernar, ha llevado a Zapatero a abrazar la peor de las soluciones posibles: la alianza con las minorías nacionalistas radicales.

La insoportable ascensión de Esquerra Republicana en las políticas catalana y nacional ha constituido un episodio desconcertante y la irrupción en el foro político de un elemento indeseable de ruptura y disgregación. Sus dirigentes se han mostrado delirantes en el discurso, groseros en la forma e impresentables en el debate. Han entrado en los parlamentos como una manada de orangutanes en una exposición de porcelanas. Tratan de romperlo todo: leyes, reglas de juego, forma de Gobierno, unidad nacional, la Constitución, la lógica, el mapa, el respeto, la educación cívica, la democracia y hasta el monario.

Zapatero ha decidido aprovecharse de sus votos rechazables, pero es incapaz de mantener a sus pintorescos dirigentes dentro de los límites de una conducta pasable en una colectividad humana de una mínima civilización. Lo peor de esta situación es que personajes tan detestables como Carod-Rovira, o comoquiera que se llame la alhaja, son quizá necesarios para que el socialista Pasqual Maragall gobierne la Generalitat, y resulta útil para que el socialista Zapatero subsista en la Moncloa. Lo que no han podido ganar ni el uno en las urnas de Cataluña ni el otro en las de España, lo tienen gracias a «quatre gats» que predican una Cataluña amputada de España, y una España sin Cataluña.

Al socialismo catalán, primero, y al socialismo nacional después, les ha faltado la seriedad política y la firmeza humana suficientes para exigir unas condiciones de dignidad pública antes de firmar una alianza en las que el Partido Socialista lleva todas las de perder. Ya ha empezado a perder ideas y valores irrenunciables para un socialismo nacional. Ha perdido la cohesión que siempre ha tenido, y ahora los socialistas catalanes van por un camino y los demás socialismos van por otros, ni siquiera por otro único, sino por varios y diferentes. El socialismo vasco, a fuerza de concesiones nacionalistas, ha terminado por mostrar el peligro cierto de un cisma peligroso.

El deseo frenético de gobernar en Cataluña; el deseo frenético de compartir el gobierno en el País Vasco, y tal vez el deseo frenético de tocar el poder en Galicia, si las urnas de allí lo permiten, ha convertido nuestro socialismo, tradicionalmente unido y compacto, en una dispersión de taifas. En algunos predios socialistas se ha desencadenado el deseo furioso de gobernar a costa de lo que sea, a cualquier precio, desde la unidad del partido a la lealtad a la Constitución. Tengo dicho hace ya muchos meses que son los propios socialistas los que tienen que arreglar un desaguisado llamado Zapatero. Cada vez está menos lejos ese momento.