TIMBRES DE ALARMA
Artículo de Jaime CAMPMANY en “ABC” del 22/12/04
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
NO debo
ocultar que en mi habitual cachaza y sentido del humor para contemplar la
política están sonando ahora timbres de alarma. Contemplo la actuación de
Zapatero desde su accidental ascensión al poder y confieso que no me gusta el
pis del niño. Intento recobrar el sosiego y me reprimo alejando de mi mente la
funesta manía de exagerar. Pero las señales son cada vez más evidentes, la
alarma está cada día más extendida y las voces de aviso se van haciendo más
numerosas.
En los medios de comunicación, una advertencia preocupada se suma a otra
advertencia inquietante. Leo que el Partido Socialista negocia con Herri
Batasuna una tregua de ETA. Se trata sin duda de entregar pedazos de España a
cambio de una paz indigna. Ibarreche concluye la elaboración de su Plan. La
Comisión del Parlamento vasco ya le ha dado su aprobación. Ahora será sometido a
la aprobación del Pleno. Con ella o sin ella, y naturalmente con la denegación
del Parlamento español, será ofrecido como programa electoral. El triunfo de ese
programa facilitará la convocatoria de un referendo. La presión terrorista sobre
las urnas será invencible. De pronto, nos hallaremos ante la proclamación del
Estado asociado, un minuto antes de la independencia de Euskadi. (Euskadi, igual
a Estado vasco). Ni más ni menos.
Leo por otro lado que existe un «pacto de hierro» entre Zapatero y Maragall.
Zapatero se asegura el poder. Maragall se asegura la Generalitat. Cataluña se
proclama «comunidad nacional». Lo explica en «Estrella Digital» Pablo Sebastián,
que no es precisamente un catastrofista. A compás de cada nuevo nombre que
inventan para las Comunidades Autónomas (nacionalidad, identidad nacional,
comunidad histórica, comunidad nacional, nación en una nación de naciones, toma
nísperos) se da un paso semántico hacia la independencia. Nuevo Estatuto.
Derrota del españolismo anticuado e insostenible del PP. Modificación de la
Constitución, y a ser posible, también del artículo segundo. La soberanía
popular, en piezas. Zapatero, gobernando en lo que quede. España,
progresivamente desguazada. Con los moros dentro, otra vez invadida de
musulmanes, eso sí, en esta ocasión no con bajeles sino con pateras, hala, a
comenzar de nuevo la Reconquista y a resucitar a Isabel la Católica, que lleva
muerta cinco siglos, y además estamos tontos con lo del laicismo.
El ministro de Defensa ha tenido que advertir a los socios y a los de su propio
partido que a él «le gusta» el artículo octavo y que «no va a pedir permiso para
defender a España». Bien dicho. Pero me reconocerán ustedes, españoles de todas
las regiones, de todas las Comunidades autónomas y nacionales, de todas las
nacionalidades, naciones, imperios, villas, barrios, behetrías y caseríos, que
habría sido mucho mejor que José Bono, el ministro de Defensa, no hubiera tenido
que hacer esas dos advertencias. Y ahora que lo pienso, también habría sido
mucho mejor para mí mismo y para todos ustedes que me leen, que yo, acostumbrado
como estoy a tomar con buen humor los desaguisados de la política, no hubiera
tenido que escribir este artículo.