LA OREJA DE FELIPE
Artículo de Jaime CAMPMANY en “ABC” del 29/01/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
FELIPE
González ha asomado la oreja y seguramente Zapatero ya le ha visto las dos
orejas al lobo. Con esa copla felipista, tan oportuna, de que la
descentralización es buena, pero la centrifugación es peligrosa, el sevillano le
ha metido un gol de chilena al presidente. Habían coincidido ambos, presidente y
ex presidente, en el Foro Chile-Unión Europea en la capital chilena, y el
segundo aprovechó la ocasión para hacer la advertencia al primero. Por si
pudiera quedar alguna duda acerca del sentido de la afirmación, Felipe González
ha añadido: «Doy fe porque es lo que nos pasa a nosotros».
O sea, que en opinión de Felipe González lo que estamos haciendo «nosotros», no
es descentralizar España, que fue el empeño de la Constitución del 78, sino
centrifugarla, que es empeño de los nacionalismos radicales, tan descarados y
enrabietados como en la década de los 30. Felipe González ha tenido la
consideración de escoger un verbo suave y casi científico para designar el
peligro de desmembración o desmantelamiento que padece en estos momentos España.
De momento, Felipe González ha querido cuidar piadosamente el vocabulario. Pero
se entiende muy bien el aviso.
No cabe duda de que el ex presidente socialista del Gobierno estaba picado por
la urgencia de hacer su significativa advertencia, porque de otro modo habría
esperado a una más propicia ocasión, y más cercana también, sin realizar el
disparo de chilena. En la fotografía donde se ve a los dos socialistas
estrechándose la mano, Zapatero sonríe con su acostumbrado arrobo, y Felipe
sonríe con la boca pequeña. La sonrisa de Zapatero debe de ser cosa del talante,
y la media sonrisa de Felipe es cosa de la circunstancia. A lo mejor, la media
sonrisa de Felipe González era una manera de traducir el ruego de algunos
socialistas distinguidos: «Felipe, dile por favor a Zapatero que no sonría tanto
y que deje de centrifugar».
A los gobiernos de Felipe González se les podrá hacer una crítica larga y
dolorosa, pero nadie podrá decir que en los casos en que fueron necesarias
alianzas políticas, cediera Felipe a los nacionalismos un ápice del concepto
riguroso de la unidad nacional. Felipe González sabe muy bien que ese es un
asunto o un debate que pone a los españoles en levitación, incluido desde luego
el propio Felipe. Tocarle a la Constitución el artículo segundo, tal como quiere
ahora Maragall, es algo así como tocarle los cataplines al macho. Yo comprendo
que después de tantos años de Pujol y de Convergencia, los socialistas catalanes
hayan entrado en la Generalitat con el mismo entusiasmo que los turcos en
Constantinopla, pero lo que no entiendo de ninguna manera es que los socialistas
se nos hagan separatistas. Ahí tendría que actuar Zapatero para «centripetarlos
bien centripetados».
Confieso que hace ya días esperaba yo alguna advertencia como esta chilena que
Felipe le ha dedicado a Zapatero, y que llega en momento oportuno, cuando el
Congreso se dispone a debatir el plan Ibarreche y cuando Maragall pide la
reforma del artículo segundo de la Constitución, que establece «la indisoluble
unidad de la Nación española». Este desaguisado deben arreglarlo los propios
socialistas.