LOS FÓSILES

 

 Artículo de Jaime CAMPMANY  en  “ABC” del 14/03/05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

DESDE el peligroso invento catalán del tripartito, con el precursor anuncio del «federalismo asimétrico», la reforma de la Constitución y los Estatutos, además del Plan Ibarreche, el Estado asociado y el Pacto con la Corona, circula por los ambientes políticos y mediáticos una engañosa doctrina. Parece que todo esto que digo constituye lo nuevo, lo moderno, lo actual, lo que pertenece al futuro. Ahí residen todas esas vindicaciones nacionalistas de la autodeterminación, la cosoberanía, el autogobierno total, las comunidades históricas, culturales y lingüísticas. La verdadera democracia y la verdadera libertad serían las que se libraran del yugo autoritario y despótico del Estado.

Se trata de una predicación política ya conocida, iniciada como siempre en algunos círculos políticos parciales de Vasconia y Cataluña, con algunas adscripciones minoritarias como la del separatismo gallego y en menor grado el autonomismo aragonés y quizá algún otro. Tal predicación política tiene en esta ocasión los nombres propios de Pasqual Maragall, Juan José Ibarreche, Juan María Atutxa, Pérez-Carod o Carod-Rovira, como él prefiera, algunos otros menos sonados y sorprendentemente la cúpula del Partido Socialista, empezando por su presidente Rodríguez Zapatero, que mira complacido la borrasca.

El hecho deja de ser sorprendente, aunque sigue siendo alarmante, si se tiene en cuenta que Zapatero se encuentra en estado de necesidad. Las fuerzas políticas que propugnan esa doctrina le son necesarias para formar la mayoría parlamentaria que sustente a su Gobierno. Y gracias a esas circunstancias, Zapatero ha empezado a decir desvaríos y sandeces acerca de las lenguas vernáculas, de las «comunidades nacionales» y de las reformas constitucional y estatutaria. Hemos llegado a un punto tan demencial que el hecho de defender la unidad indivisible de España establecida en la Constitución y la soberanía única del pueblo español en su totalidad parecen ideas antiguas, empecinamientos periclitados, vestigios del «ancien règime».

Sólo hay que repasar la Historia para comprobar que aquellas ideas del federalismo asimétrico, el pacto con la Corona, el Estado asociado y la república catalana conforman precisamente los más viejos y caducos conceptos políticos fraguados en España. Ahí están las ideas y los hombres viejales, los carcundas, los demodé, los fachas, los adefesios, las antiguallas, los cavernícolas, los fracasados, los fósiles. Ellos son los que defienden la política que ya no se lleva en Europa. Europa ha sustituido todas esa política de aldea y de campanario, de rancho aparte y de cabeza de ratón, por la idea grande y hermosa de una unidad política y económica, de la unidad para su defensa, de la unidad legislativa y monetaria en la que van desapareciendo progresivamente las fronteras.

En cambio, el federalismo termina en un cantonalismo que mi tierra murciana conoce muy bien, donde Antonete Gálvez tiene una escuadra que recorre la costa desde el norte de Alicante al sur de Almería y donde la «República independiente de Jumilla» amenaza a la de Murcia con entrar en ella y no dejar piedra sobre piedra. Y la tentación del Pacto con la Corona termina con ella por los suelos, Majestad.