LA SUCESIÓN DE ZETAPÉ

 

 Artículo de Alejandro Campoy en su blog “La Rosa Blanca” del 05.09.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

Poco hábiles, como de costumbre, andan en el Partido Popular a la hora de afrontar el ruido mediático que se ha generado artificialmente desde las terminales de Moncloa en torno a la supuesta sucesión de Rajoy. Ha bastado el regreso de Rodrigo Rato y cuatro o cinco idioteces de las habituales en Gallardón para que se monte toda una campaña de cuestionamiento del líder de la oposición. Y lo que nunca aprenderá el PP es lo más fácil de acomenter: una contracampaña planteando la sucesión de Zetapé.

En primer lugar, los populares siguen siendo lentos hasta el extremo en el manejo de los tiempos y conceptos en lo relativo a medios de comunicación: sus estrategias de imagen siguen siendo muy débiles al lado de las socialistas, como demuestra que elos mismos contribuyan a atizar el fuego que les prenden desde las filas sanitarias, las del cordón.

El mecanismo es simple y tonto:

1.- Magnificar cualquier movimiento de algún miembro muy importante del PP y presentarlo como una toma de posiciones de cara a suceder a Rajoy.

2.- Evidentemente, si la gente se mueve en aras a una sucesión, es porque saben que van a perder las elecciones.

3.- Por lo tanto, queda claro que en el Partido Popular manejan encuestas que indican que Rajoy es un candidato ya fracasado y gastado que va a perder irremediablemente.

Este perverso mensaje va calando como una lluvia fina en el inconsciente colectivo, que lo asume con total naturalidad e inadvertencia, de tal forma que el cuerpo social termina por convencerse de que realmente Rajoy no es una alternativa y va a perder las elecciones generales, de ahí que haya buitres a su alrededor tomando posiciones para sucederle en el liderazgo del partido.

Para empeorar las cosas, desde el propio Partido Popular se contribuye a agravar esta mentira, pues digámoslo bien claro enseguida, se trata simplemente de otra mentira más de las habituales en la propaganda gubernamental: las constantes meteduras de pata en público de Gallardón, al cual ya no se sabe si considerar tonto de remate o un auténtico quintacolumnista infiltrado en las filas del PP, las babeantes chocheces de Fraga, las ocasionales buotades de Aznar y los mucho más discretos movimientos de Rato o Mayor Oreja.

El asunto debería zanjarse con un mensaje único y claro: Rajoy es el candidato a Presidente del Gobierno, va a ganar las próximas elecciones generales y para ello va a contar con todos los pesos pesados del PP, con la gente de mayor valía de su partido y con la más capacitada para formar el mejor gobierno posible. Y punto y final. Y a partir de ahí, no volver a entrar al trapo de esa campaña sino contraprogamar a Moncloa con otra campaña en la que se magnifiquen los movimientos bajo el suelo de Zetapé y se resalten las situaciones de verdadera descomposición del PSOE en multitud de lugares de España.

Se trata de cuestionar el liderazgo de Zetapé y de plantear el debate sobre su sucesión en el PSOE aprovechando sucesos como la baja de Rosa Díez y la aparición de la Plataforma Pro como nuevo partido político escindido del PSOE; sucesos como la fractura irremediable del PSOE de Navarra y la baja de muchos de sus militantes; sucesos como la permanente rebelión de Nocilla desde su puesto de Presidente de la Generalidad de Cataluña, sucesos, en fin, como la marcha atrás de Castilla-La Mancha y las dudas de Andalucía con respecto a la Educación para la Ciudadanía.

Se trata de aprovechar las contínuas reapariciones de Bono en los medios, ya que los síndromes de abstinencia que sufre pueden llegar a matarle, y su megalomanía le mantiene esclavo de su obsesión por llegar a ser algún día presidente del Gobierno (que es exactamente lo mismo que le sucede a Gallardón en el PP).

Pero por encima de cualquier otra circunstancia ocasional, lo que debe transmitir el PP es la gran necesidad que tiene España de un PSOE libre de Zetapé, que ha sido su peor lacra e hipoteca desde su fundación, que sigue siendo el principal obstáculo para emprender un proceso de reforma constitucional que exige el acuerdo de los dos grandes partidos nacionales y que no tendrá un alcance demasiado ambicioso, pues no llegará a tocar la base del problema, que son los propios partidos políticos y el sistema de representación deformado y pervertido en que se desenvuelve su actividad, pero que al menos puede dar lugar a un cierre casi definitivo del eterno cáncer de la cuestión territorial, puede llegar a poner en su sitio para un largísimo periodo de tiempo a los nacionalismos carroñeros, zanjar de una vez por todas el estéril e irreal debate sobre el modelo de estado y puede prolongar un poco más la estabilidad institucional hasta que sea la propia sociedad civil la que termine por poner a los dos grandes partidos en su sitio también.

Pero todo ello requiere la eliminación de único y enorme obstáculo que hoy por hoy impide cualquier proceso de regeneración y modernización: Zetapé. Y esto es lo que debe calar como una lluvia fina en el electorado español.