AQUÍ NO SE SALVA NI EL APUNTADOR
Artículo de Alejandro Campoy en su blog “La Rosa Blanca” del 13-10-07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Ahora, ¡a por el Tribunal
Constitucional!. La constatación evidente para todo el mundo del tremendo
fracaso de esta legislatura en todos los ámbitos tiene todavía dos puntos claves
pendientes: la sentencia del 11-M, sea cual fuera, y la resolución de los
recursos de inconstitucionalidad interpuestos al Estatuto de Cataluña desde
varias instancias. Cualquier desenlace negativo para el Gobierno en ambos
asuntos podría ser la puntilla definitiva para Zetapé
Y la respuesta sistemática que el actual Gobierno viene dando a todos los
reveses que han sufrido sus locas iniciativas siempre ha sido contraatacar a
nivel institucional, con el tremendo desgaste de nuestros organismos
democráticos a todos los niveles. Intromisiones en la Comisión Nacional de la
Energía, en la del Mercado de Valores, desmonte sistemático de la vertebración y
solidaridad interterritorial, cuestionamiento de la Constitución, derrumbe
completo de España en su papel internacional, intervencionismo estatal en la
enseñanza, descrédito total del Ministerio Fiscal y la judicatura, al servicio
de un proceso suicida de complicidades con una banda criminal, transformación
del Parlamento en un "cordón sanitario" stalinista, y ahora, ¡a por el Tribunal
Constitucional!.
La recusación que ha realizado el Gobierno de dos magistrados del mismo sólo se debe a una única razón: garantizarse el control de dicho organismo para evitar que tire por tierra el Estatuto de Cataluña, punto y final de la peor legislatura de nuestra democracia a años luz de distancia de las demás. Esto supondría la constatación definitiva del fracaso absoluto de todas las "reformas" de este nefasto gobierno. Jamás en nuestra historia reciente se habían cuestionado cosas que todo el mundo daba por supuestas porque parecían obvias: que España es una nación, que el Jefe del Estado es el Rey, que España tiene una bandera y unos símbolos institucionales. Este cuestionamiento ha venido del nazismo vasco-catalán, al que Zetapé ha estado alimentando tan espléndidamente durante estos años.
Y la reacción ante la evidencia del desatre consiste en arremeter contra los representantes legítimos de media España, en resucitar fantasmas caudillistas y extremas derechas que sólo existen en grupitos microscópicos, en atizar y avivar el enfrentamiento social, en echar los balones de sus propias responsabilidades fuera, en crear contínuas cortinas de humo sobre los verdaderos problemas que ellos solitos han generado donde antes no había ninguno ¿Acaso reclamaba la población catalana un nuevo Estatuto? ¿Y las del resto de comunidades?. A nadie le importaba una higa toda esa parafernalia, pero ya se encargaron de crear una necesidad donde en realidad no había nada, ya se encargaron de emprender una loca carrera de política-ficción para aparentar que daban respuesta a las verdaderas demandas de la sociedad cuando tales demandas eran inexistentes.
Una acción de gobierno dirigida única y exclusivamente a mantener las prebendas de una clase política infame que se mantiene en su nube de irrealidad y que sólo ambiciona el incremento de sus respectivos cupos de poder y ámbitos de decisión, a costa de los verdaderos y reales problemas de la gente de la calle, un ejercicio absolutamente irresponsable e infantil de escaparatismo y mercadotecnia política que ha provocado una reacción en cascada de todo tipo de elementos desestabilizadores del Estado y las instituciones, y ahora, ante la evidencia del desastre, pretenden salvar los pocos muebles entrando a saco en los últimos reductos de nuestro agonizante Estado de Derecho. ¡A por el Tribunal Constitucinal, Bermejito, a desintegrar los pocos restos que quedan de democracia en España!